"El franquismo está ahí, lo tocas"
Manuel Longares recorre la memoria de España en 'Las cuatro esquinas'
Este hombre se llama Manuel y duerme hasta las cuatro de la madrugada. Desde esa hora se llama Manuel Longares (Madrid, 1943), un tipo tímido que renunció al periodismo y se ha dedicado, en el silencio de las madrugadas, a escribir los episodios nacionales de su generación, la que nació con la posguerra. Su último libro, Las cuatro esquinas (Galaxia / Círculo), relata lo que queda del franquismo ("el franquismo está ahí, lo tocas") en cuatro estampas.
Transcurre en la inmediata posguerra, en pleno franquismo, en la Transición y en el momento actual, a través de cuatro miradas, a veces autobiográficas. "Cada narración tiene un lenguaje privativo del mundo que retrata". Hay porterías franquistas, torturadores de la Transición, músicos ancianos que se resisten a abandonar su universo de prebendas mediocres. "Para contar las cosas hay que tener una voz y un mundo. Si tienes un mundo y no sabes expresarlo, mal. Y si te sabes expresar pero no tienes un mundo detrás eres un sacamuelas".
"Para contar las cosas hay que tener una voz y un mundo"
¿Qué tienen en común esas cuatro épocas? "El franquismo. Es la columna vertebral de todo. Su recuerdo sigue siendo indeleble, está ahí, lo tocas. Sigue condicionando actitudes y respuestas. Como solo terminó por la muerte física, tiene vigencia, sobrevive aunque la estructura sea distinta, aunque la gente no quiera saber nada de eso".
La literatura, dice Longares, "es imaginación y memoria"; así que con esos ingredientes, y con el conocimiento de lo que ha pasado en estos 70 años, se ha sentado de madrugada a desafiarse a contar historias siguiendo un ritmo que dicta Pío Baroja: "El fondo insobornable". ¿Qué eso? "Cuando te pones a escribir te sale ese fondo que va dictándote lo que debes hacer. Tienes unas vivencias, y te salen cuando escribes, de manera natural, eso es el fondo insobornable".
Ese es el fondo, la música que domina Las cuatro esquinas. El antecedente es Romanticismo, la novela con la que Longares clausura (en 2001) su etapa experimental para contar qué pasó en los barrios más franquistas cuando Franco estaba a punto de morir.
"No soy realista, pero es muy importante saber cuántos escalones hay que bajar para que una chica perseguida por un viejo verde pierda el botón de una blusa. ¡Tiene que salir echando hostias!". La escena ocurre ante el Auditorio Nacional, y está incrustada en el último episodio de Las cuatro esquinas, que a Longares le inspiró el entierro de Pablo Sorozábal. "Lo vi en el telediario. Una señora colocó un transistor al pie de su tumba. Había sido director de la Banda Municipal de Madrid durante la República y eso nunca se lo perdonó el régimen. Cuando murió ya era la democracia, pero no fueron los maceros, ni la Banda de Música, que yo sepa... Pudo ser desidia, pero es como si Franco siguiera ordenando. Pero ahí estaba aquel corazón de mujer que llegó con el transistor para que este hombre bajara a la tumba con su música".
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