La visita de la vieja dama
La reconciliación se había producido hacía tiempo. Cierto que basada en el olvido, en el crecimiento económico, en la indiferencia. La república de Irlanda se había ido despojando de sus antiguos, férreos e inabarcables hábitos antibritánicos, con que durante gran parte del siglo XX había venido obsequiando al antiguo poder colonial de Londres. Pero hacía falta un colofón oficial y no lo podía haber mejor que una visita a Dublín de Isabel II, reina de ingleses, escoceses, galeses y también irlandeses del Ulster, los seis condados del norte de la isla que, colonizados por protestantes presbiterianos de Escocia -las plantations del siglo XVII- votaron en referéndum para seguir formando parte del Reino Unido, cuando el católico Eire -Irlanda, en gaélico- recibió una autonomía en 1921, que condujo a la plena independencia en 1948.
Y la reina, primer soberano británico que ponía el pie en territorio de la República, no quería dejarse ningún gesto simbólico en el tintero. Llegó ayer a Dublín ataviada de verde esmeralda y sombrero a juego, el color nacional irlandés por excelencia, y depositó una corona en el Jardín de la Remembranza, dedicado a todos los que combatieron por la independencia; esto es contra Gran Bretaña.
Y aunque la ocasión ha registrado un moderado éxito popular, la policía tuvo que desactivar una bomba y hubo que superar una historia secular de colonialismo y represión británicas. Como muestra basta un botón. Aún en los años setenta, en un notable colegio privado, por tanto católico, de Dublín, los profesores-sacerdotes desalentaban que se jugara al fútbol porque "era un deporte de la guarnición", cuando hacía más de medio siglo que no había guarnición en la isla.
Esta real visita, que ha sido posible gracias a las más estrictas medidas de seguridad, 4.000 policías, 2.000 soldados y 30 millones de euros de presupuesto, tiene un carácter añadido. Mientras la UE rescata a la república de sus gravísimas cuitas financieras con una costosa inyección de dinero, Isabel II representa el afecto y el apoyo del pueblo británico a la República hermana en esta su hora de necesidad.
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