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Crítica:POP ROCK | Manel
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un prodigio inesperado

Busquets podrá jugar la final de la Champions y Manel arrasan en la presentación madrileña de su segundo disco, anoche en un Teatro Lara repleto. Otro día redondo para Guardiola, tan exquisito en el rondo como con sus filiaciones melómanas. Y una bendición encontrarse con estos extraños amigos barceloneses, cuatro muchachos ensimismados y circunspectos que, sin embargo, tuvieron la rara habilidad de arreglarnos el lunes.

Para los anales queda el reciente número 1 en ventas de 10 milles per veure una bona armadura [10 millas para ver una buena armadura], disco de título tan extraño como sus autores, y contenidos de una inteligencia inusual, natural y adictiva. Guillem Gisbert y sus socios cantan con la mirada perdida, rebuscan en los bolsillos entre canciones, no se dedican un solo gesto cómplice. Pero su repertorio transmite una calidez que creíamos olvidada, como un prodigio inesperado en tiempos de comida rápida. Su folk-pop no solo es atemporal, sino que nos exige revisar con urgencia la lengua de Maragall y Espriu: hay letras, como su conmovedor canto al amor perdurable (Criticarem les noves modes de pentinats [Criticaremos las nuevas modas de peinados), que bien merecen el esfuerzo. Gisbert ejerce de monologuista aún mejorable, entre la sorna y un surrealismo poco depurado. A Pau Riba también le llevó tiempo ser Pau Riba. En lo musical, Manel recuerdan el hermoso estatismo del guipuzcoano Ruper Ordorika cuando renuncian a los estribillos. Pero se vuelven soleados, afables e irresistibles si optan por las guitarras arpegiadas, la batería galopante y unas armonías vocales de una candidez angelical. Sobre el escenario nos perdemos los preciosos vientos y cuerdas de la grabación, pero temas como Aniversari son tan inmensos que resisten la prueba del directo. Guillem aprovecha esa pieza para burlarse de sus propios arreglos vocales, en un afán desmitificador tan extraño como su talento. Los Manel ejercen de inadaptados y hasta puede que lo sean, pero constituyen un regalo para los sentidos. Como el Barça de Guardiola.

El repertorio de los catalanes transmite una calidez que creíamos olvidada

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