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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Me la tarareas?

Javier Sampedro

Hay un par de cosas que no se pueden buscar en la web, lo que puede llegar a resultar irritante. Por ejemplo, te viene a la cabeza una melodía y no te acuerdas ni a tiros de cómo se llama la canción. Ni quién la cantaba, ni de qué iba la letra, nada de nada: solo la melodía pelada y emanada de una especie de organillo interior que tiene la cabeza o parece tener. ¿Y ahora qué? A ver cómo metes eso en Google, listo.

Y no es que la cosa parezca imposible en algún sentido esencial, o por una cuestión de principio. Las melodías existentes son finitas, e incluso las melodías posibles lo son si nos ponemos de acuerdo en alguna definición sensata de melodía, es decir, si excluimos los infinitos irrelevantes, como el ruido y el aburrimiento. Por ejemplo, el número de posibles melodías dodecafónicas no pasa mucho de 500 millones, que es calderilla matemática para los discos duros de nuestros días, no hablemos ya de la nube, o memoria difusa distribuida por todos los ordenados conectados a la Red.

Y sin embargo no hay forma de preguntarle a un buscador "oye, ¿te sabes ésta?", ni de que el ordenador responda como el pianista del chiste: "No, pero si me la tarareas...". Es verdad que hay gente que canta como el demonio, pero también los hay que escriben peor aún, y eso no es impedimento para que Google les entienda más o menos y les pregunte: ¿A lo mejor quería usted decir la Creedence Clearwater Revival? Pues igual con la música. Tú tarareas algo y el ordenador te pregunta: ¿Estaba usted tosiendo, o a lo mejor quería cantar Suavemente me mata con su canción? De no haber respuesta, el ordenador podría añadir con un toque de fina cinefilia: ¿O son los latidos de mi corazón?

Tampoco se puede buscar "¿de qué me suena a mí la cara de esa mujer?", ni "por el amor de Dios, pero ¿cómo demonios se llamaba ese tío?". Son problemas parecidos al de la música. No es que haya infinitas caras ni infinitos nombres ni infinitas situaciones. Te metes en un vagón del metro de Hong Kong y puedes ver allí a todos los vecinos de tu bloque o a todos los habitantes de tu pueblo, solo que con los ojos rasgados. Se podría hacer un diccionario de caras, como se podría hacer uno de melodías, y entonces bastaría tararearle un rostro al ordenador para tener las respuestas.

Tampoco se puede buscar una lista de cosas que no se puedan buscar en Google, ni cómo acabar esta columna.

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