La tipología y la tipografía
Han pasado los años y aún no se ha olvidado una réplica feroz que el periodista de periodistas, maestro de maestros, Emilio Romero, dedicó al comedido académico Carlos Seco Serrano.
Emilio Romero escribía tan bien y aceradamente como para temerle en cualquier duelo de artículos pero, además, en aquella ocasión, creo que aquí mismo, en EL PAÍS, los lances de espada fueron cruzándose en una liza desigual de sus respectivos apellidos. Emilio Romero ofrecía el fácil blanco de ser un romero. Romero de la planta vanidosamente olorosa o romero de los que amontonadamente se fatigan detrás del Rocío o la Virgen del Pino. Entretanto, Carlos Seco Serrano llevaba consigo dos dianas fijas y entecas para la maliciosa literatura del Romero. Levaba Seco consigo el ser añoso en la diatriba y mostrarse seco de aspecto, seco de redacción doctoral, y, encima, de original serrano, descendido de las peñas agrupadas en montón.
El Zapatero culmina ahora su mandato obedeciendo al destino de dedicarse a sus zapatos
Parecería, en principio, que la cosa no da para mucho por apellidarse bajo, corto, alto o largo, pero llamarse Canuto, Araña o Halcón, sin ir muy lejos, da ocasión a enredarse en un discurso torcido que del patronímico va a la esencia de la cosa y de la cosa a una caracterización de escasa defensa venal.
Una revista de publicidad y marketing que cito de vez en cuando, se llama YOROKOBU, todo en mayúsculas, que significa "estar feliz" en japonés. La ventaja de ese título enigmático y maracuyá es tan clara como directa a efectos de hacer reír o hacer soñar. YOROKOBU parece tan indescifrable como una piedra pero tan contundente como ella.
Pronto, a base de contracciones y mensajes que son sentidos/sentidos, se llegará a hablar a pedradas. ¿Una regresión pues de nuestra mente a los monos o una extraña progresión a la emoción del tam-tam?
De una y otra forma, los significados son, con frecuencia tan traidores que puede no merecer le pena prestarles la mayor atención. El señor Botín, ¿se llama así por lo que arramblaría? El Zapatero culmina ahora su mandato obedeciendo al destino de dedicarse a sus zapatos. Blanco es tal cual por estar en blanco.
Y, ¿qué decir de Umbral que nos hacía pasar sin cesar bajo su puerta o de su coetáneo político Cantarero del Castillo que efectivamente no superó su honrado y modesto oficio al contrario del belicoso Alfonso Guerra que nunca paró de disparar?
YOROKOBU, en su número de mayo, da un salto más. Considera mal que Mango, primera persona del verbo robar, se expanda tan fácilmente entre el susceptible comercio del mundo y que Chase Manhattan Bank o una caja de ahorros mallorquina denominada Sa Nostra se expongan con el rótulo alusivo a sus capturas o a sus nominales procedimientos de autoridad.
Tuvimos catedráticos que eran un Royo y salimos de paseo con chicas como Eva inaugurando nuestra visión sexual. Umberto Eco fue fácil de divulgar mientras Walter Benjamín tuvo que esperar años hasta ser considerado mayor.
No todo es esto: Hans Magnus Enzensberger es magno y a Thomas Mann le sobraban letras para recalcar su elegante humanidad. Pero, incluso, cabe pensar, dice YOROKOBU, que si marcas como Mazda revelaran que en su idioma (japonés) suenan como Me-la-suda, abriría la caja de los truenos o la misma caja de cambios en continua revisión.
Finalmente, YOROKOBU menciona el proverbial caso de Bodegas Aguado y, para terminar del todo, imagina caso de El Corte Inglés que en su nuevo arrebato pudiera identificarse como La Ingle Cortés. Tonterías, ¿quién puede superar, por ejemplo, el caso de Fernando Savater que a despecho de Spinoza -una espina tan rancia en tan viejo calzado- difundiera zapatos artesanos -no de Zapatero- para toda una generación?
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