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Columna
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Sensibilidad democrática

Josep Ramoneda

La presidencia de Rodríguez Zapatero empezó con la retirada de las tropas de Irak y termina con el mensaje de felicitación a Obama por la ejecución de Bin Laden. El cumplimiento de la promesa de retirar las tropas de Irak le dio un enorme capital de confianza. Zapatero tuvo el coraje de desafiar al Imperio en un momento en que este vivía especialmente irritado. Pero lo hizo con tanta sensación de haber dado un paso imposible, que quedó paralizado. Tenía razón y no supo sacar de ella la energía necesaria para hacerse imprescindible en un mundo vapuleado por la locura del terrorismo islamista y la insensata respuesta bélica.

Después llegó Obama. Y a Zapatero se le hizo la luz. De la hostilidad al servilismo: todo por Obama. Ahora, le felicita. Yo también me congratulo de la desaparición de Bin Laden. Si la destrucción de las Torres Gemelas fue el símbolo de los años del terrorismo global, solo otro icono podía simbolizar el fin de este periodo. Y este era la caída de Bin Laden. De momento, un icono por ausencia, porque el miedo a la creación de un mártir, lo ha llevado al fondo de los mares. Iconografía del vacío. Si esta imagen ausente puede ser considerada el fin de una época tenemos que agradecerlo a los ciudadanos de los países árabes y musulmanes, en especial las nuevas generaciones, que han derrotado al fundamentalismo islámico. Y nosotros sin enterarnos. Con los ideólogos del poder occidental machacándonos con la terrible amenaza de la civilización islámica.

Cada día vivimos recortes de derechos y libertades básicas que se asumen con absoluta normalidad

Pero Zapatero felicita a Obama. Y uno tiene la sensación de que volvemos a estar en tiempos absurdos en que es necesario recordar lo evidente. Y lo evidente, en cultura democrática, es que a los criminales se les detiene y se les entrega a un tribunal para que sean juzgados. Con Bin Laden se ha optado por la vía expeditiva: la ejecución en el momento de la captura. Puedo entender perfectamente por qué. Sin duda, era complicado encontrar un lugar adecuado donde instalarle, decidir ante qué tribunal se le presentaba, tenerlo expuesto al mundo durante un largo juicio, y así sucesivamente. Obama, además, ha visto la oportunidad de satisfacer el deseo de venganza ordinaria tan extendido en la sociedad americana que recibió una afrenta que nunca habría imaginado. Es una catapulta a la reelección. Pero todo ello no nos debe hacer olvidar los principios básicos por lo que habíamos decidido que nos regíamos. Hoy la ejecución sumaria a todos nos parece bien porque es Bin Laden el ejecutado, pero se empieza así y nunca sabe dónde se acaba. Guantánamo está ahí para recordatorio de todos.

Esta pérdida de sensibilidad por los principios del Estado democrático está en el orden del día. Y la doctrina de seguridad primero y las respuestas a la crisis económica después, no han hecho sino acelerarla. Cada día vivimos recortes de derechos y libertades básicas, que se asumen no solo con la más absoluta normalidad, sino con el aplauso y la satisfacción. Dos ejemplos que están de actualidad: la pretensión de Francia e Italia de cargarse el espacio de libre circulación de Schengen y el uso en España de la Ley de Partidos para echar de las elecciones a dos partidos legales. Sobre lo primero, la Comisión Europea ya ha dado el visto bueno y ninguno de los Gobiernos ha chistado. La libre circulación es una libertad básica, de la que Europa se ha enorgullecido pero hace tiempo que los Gobiernos han decidido que frente a los inmigrantes todo está permitido. Cuando nació la Ley de Partidos algunos advertimos del enorme riesgo de estas leyes hechas para casos concretos. En principio, solo tenía que afectar a partidos abertzales comprometidos con ETA, ahora ya ha alcanzado a un partido de trayectoria inequívocamente democrática, como Eusko Alkartasuna, el de un expresidente vasco. ¿Unos nombres sospechosos en unas listas son razón suficiente para cercenar un derecho fundamental como es el de participación política? Zapatero, el que se asustó, después de desafiar a Bush, está asustado por el PP desde que fracasó la tregua anterior. Y no ha sido capaz de zafarse de la cínica presión de los populares.

A la vista de cómo se está llevando la salida de la crisis, es legítimo preguntarse si nuestras democracias sobrevivirán a la plutocracia en que estamos instalados. Y por si quedaban dudas sobre la pertinencia de la pregunta, es alarmante ver el escaso respeto que nuestros dirigentes políticos tienen por los modos y maneras de la política democrática.

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