"La amabilidad de Murakami me animó a ser más creativo"
Con pinta de cansado, pálido y casi hundido en su asiento, el director vietnamita Tran Anh Hung (Danan, 1962) parece llevar como puede el papelón de haber adaptado a Haruki Murakami en una de sus novelas más populares, Tokio blues.
El escritor japonés, considerado ya figura de culto en el mundo literario, ha participado activamente en la traslación de su universo a la gran pantalla, un viaje que se estrena hoy en los cines españoles: "La verdad es que Murakami me dio muchas pistas sobre el libro y fue extremadamente cordial en sus respuestas a mis múltiples preguntas. Su amabilidad me animó a ser más creativo y fue él la verdadera causa de que escribiera y añadiera nuevas secuencias para Tokio blues, tomándome, de algún modo, muchas licencias poéticas", dice Anh Hung, traductor mediante, cuando un chaparrón salvaje comienza a hacer su presentación en el Lido de Venecia. Entre mastodónticas gotas que amenazan con arruinar la grabadora en mitad del pasado festival de Venecia, el director de El olor de la papaya verde y Cyclo, poseedor de un fascinante sentido visual, trata de explicar cómo se ha peleado con las páginas de un libro famoso en medio mundo: "Me costó muchísimo llegar al sitio justo y, de hecho, he trabajado en más de 20 versiones distintas del guion, todas ellas con matices y detalles diferentes. Lamentablemente, mi productor me dejó bien claro que no podía aspirar a hacer una versión de cuatro horas de la película, con lo que tuve que sintetizar mucho y tener muy claro lo que iba a decir".
El realizador parece casi enfadado -si no fuera por su voz, que nunca pierde el tono pausado- cuando se le pregunta por los desafíos que suponen para un vietnamita el hecho de atreverse con un escritor japonés. "No veo cuál es el problema. Estamos hablando de temas universales, del amor, de la soledad, de la pasión. Esos temas no pertenecen a ninguna comunidad o país en concreto, así que nunca me planteé eso del choque de culturas. No creo demasiado en ese tipo de cosas, si no, nunca me hubiera atrevido con Murakami".
Al final, el director, el traductor y su publicista acaban huyendo bajo una borrasca severa, peor que cualquier crítico.
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