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OPINIÓN
Columna
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Nadie va a la cárcel

Joaquín Estefanía

Un amigo me advierte: la segunda parte de Inside Job (el documental que relata la Gran Recesión) se encuentra en el número de abril de la edición española de la revista Rolling Stone. En efecto, tras la portada que recuerda el aniversario de la muerte de Jim Morrison aparece un largo artículo titulado A la cárcel con los de Wall Street, con un sumario que reza: "Los delincuentes financieros derribaron la economía mundial, pero el sistema está haciendo más para protegerlos que para procesarlos".

Las tesis de la película y del artículo de Rolling Stone coinciden: nadie ha pagado por sus desmanes con la cárcel, y se ha salvado, con el dinero de los ciudadanos, tanto a los bancos como a los banqueros. El autor del texto es Matt Taibbi, familiar para los que han seguido los avatares de la crisis, porque en 2009 publicó otro largo artículo sobre Goldman Sachs en la misma revista, que causó conmoción. En él describía al banco de negocios como "un gran calamar vampiro", cuyo protagonismo ha sido muy activo en todas las crisis financieras de las últimas décadas. Con una peculiaridad: sus hombres, siempre en los más altos puestos del Gobierno de EE UU tanto con demócratas como con republicanos, han manipulado desde el interior del mismo las regulaciones financieras y los mercados de valores.

Taibbi atrae inmediatamente la atención del lector con el arranque del artículo: "Nadie va a la cárcel. Ese es el mantra de la era de la crisis financiera, la que ha visto a casi todos los grandes bancos y compañías financieras de Wall Street enredados en escándalos que han empobrecido a millones de personas y han destruido billones de dólares de la riqueza mundial, y nadie ha ido a la cárcel. Nadie salvo Bernie Madoff, un célebre y extravagante artista del timo cuyas víctimas resultaron ser otras personas ricas y famosas". Para Taibbi, los fraudes cometidos son crímenes que implican una elección intelectual, cometidos por personas que ya son ricas y que tienen todas las ventajas sociales que se pueden poseer y que actúan siguiendo un cálculo muy cínico: vamos a robar lo que podamos y luego a ver si las víctimas son capaces de reclamar su dinero a través de una burocracia cautiva. Estos mafiosos atacan la misma definición de la propiedad, que depende en parte de un sistema legal que ha de defender por igual todas las demandas sobre este asunto.

El periodista defiende en su artículo que se sustituya el sistema de multas con las que teóricamente se penaliza a los que defraudan (ya que las personas que cometieron los abusos nunca son los que las pagan: los bancos que han defraudado a sus accionistas suelen usar el dinero de estos para pagar las cuentas con la justicia) por penas de cárcel. Y pone un ejemplo con una de sus bestias negras: "Metes a Lloyd Blankfein [presidente ejecutivo de Goldman Sachs] seis meses en la cárcel y toda esta mierda se acaba".

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