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Columna
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El deber de mentir

Xavier Vidal-Folch

Solo en contadísimos momentos las autoridades tienen el deber de mentir. Uno de ellos es en las vísperas de la devaluación de una moneda. Si dicen la verdad de lo que van a hacer, el resultado es la catástrofe. Los especuladores hacen su agosto, anticipan el cambio y lo desnaturalizan, todo ello en perjuicio de la ciudadanía. En economía, a diferencia de en el amor, nada es gratis.

Sugerir que un país socio incurrirá a fecha fija en suspensión de pagos ha sido tan "monstruoso" -así lo califica en la intimidad una alta y conspicua autoridad bancaria europea- como anunciar una devaluación. Es lo que hizo el ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schauble, anticipando la hipótesis de ese percance, para junio, en Grecia: "Estamos esperando un análisis detallado de la sostenibilidad de la deuda de Grecia (...). Si este informe concluye que existen dudas sobre la sostenibilidad de la deuda de Grecia, algo habrá que hacer". Y concretó como una solución "la reestructuración de la deuda [que] sería posible de forma voluntaria" hasta 2013. Reestructurar la deuda es el seudónimo de la suspensión de pagos o el concurso de acreedores, del default.

La "monstruosa" sugerencia de Schauble de que Grecia suspenda pagos causó la tormenta

Fue esa declaración del jueves pasado a Die Welt lo que reanudó al instante la turbulencia en el mercado de la deuda soberana. Y machacó a la española, que había logrado separarse de la portuguesa incluso después de que Lisboa pidiera el rescate, en medio de alabanzas de las instituciones internacionales al nuevo rumbo del Gobierno. Las desgracias nunca vienen solas. Luego, el domingo, saltó el resultado euroescéptico y rescate-fóbico de las elecciones de Finlandia. Y el lunes, el primer castigo de una agencia de descalificación, S&P, a Washington.

A perro flaco, todo son pulgas. Y aunque esté engordando, cualquier brisa le enferma: es lo que ocurre con la economía y la deuda españolas. Por eso no basta con que los españoles lo hagan bien. Deben hacerlo bien también sus socios, más aún los mayores. El dinero adicional que le cuesta al Tesoro -o sea, a todos los contribuyentes- el encarecimiento de las subastas de esta semana hay que apuntarlo al debe de Schauble. Y aquí surge el desconcierto. ¿Por qué lo ha hecho?

Aunque sus servicios han insinuado que se trataba de una mala interpretación de la prensa anglosajona (¡fue toda!), la literalidad de su torpedo a Grecia es evidente. ¿Quieren decir que se le fue la lengua, tu quoque, Brutus, filii mei? Difícil de creer. Wolfgang Schauble es un tipo muy serio y respetable. Es un democristiano de envergadura, en la estela de Helmut Kohl y no de sus imitadores y socios menores. Muy duro: pero muy europeísta. Muy contundente: si quiere transmitir un mensaje, lo deletrea claramente, como ya hiciera desde 1994, en su documento clave sobre la Europa a dos velocidades, redactado con Karl Lamers.

Por tanto, queda ¿solo? otra explicación: Alemania milita ya activamente en provocar la suspensión de pagos de Grecia. Como signo de dureza hacia el electorado; para que, como siempre ha querido, paguen parte de la factura de la crisis de la deuda los bancos privados que la compraron, incluso antes de lo acordado, que es a partir de 2013; para suturar algunos sarpullidos especulativos; quizá para procurar que, como en Islandia (que no pertenece a la UE), cada palo aguante su vela... Algunos de esos deseos son válidos. Otros, simplones.

Frente a ellos, las razones contra una suspensión de pagos en la zona euro son abrumadoras: se las prometo para pronto. Pero anticipemos la principal: provocaría un descrédito sideral hacia la UE, el BCE, el Eurogrupo y el FMI. Ellos bendijeron los planes de austeridad de Atenas. Ellos confeccionaron el plan de rescate a la medida de una economía intervenida... por ellos. Ellos suavizaron el 11 de marzo sus condiciones. ¿Nada de eso valía? Crédito viene del latín credere. Sin creer, sin confiar, se acabó el crédito. Y el negocio.

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