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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Tres cabezas y muchos átomos

Miquel Alberola

A diferencia de lo que sucede en otras partes, el PP de la Comunidad Valenciana nunca ha tenido una sola cabeza sino tres -Camps, Fabra y Ripoll-, como el perro guardián de la puerta del inframundo griego. Nunca fue un trípode para afianzar una organización sobre diversas posiciones, sino tres cabezas con sus respectivas bocas y las funciones que les son propias. La laboriosa estructura provincial ha sido el patrón natural de este armazón orgánico de expresión triple, en lo íntimo, pero con la apariencia de una sola y única esencia.

El PP valenciano siempre decidió sus asuntos a tres bandas y el reparto hizo posible ese equilibrio, se tratara de inversiones, presupuestos o representatividades. Carlos Fabra se negoció lo suyo, primero con Eduardo Zaplana y luego con Francisco Camps. Lo mismo hizo José Joaquín Ripoll como heraldo de Zaplana. Después, como los señores de la guerra, cada uno decidía en su territorio como si se tratara de un mero asunto administrativo.

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Pero pese a la cohesión representada, los conflictos derivados de los intereses particulares han generado frecuentes turbulencias entre el Palau de la Generalitat y las Diputaciones de Castellón y Alicante. Fabra y Ripoll han aprovechado la mínima para marcar perfil, y la fisura con Camps no ha hecho sino ensancharse, aunque la imputación judicial compartida por los tres en casos de presunta corrupción (Fabra, Gürtel y Brugal) haya afianzado visualmente su vínculo.

Camps ha considerado en más de una ocasión el asalto a Castellón, pero nunca encontró quien le hiciera el trabajo sucio. En Alicante lo tenía más fácil. Ripoll representaba el zaplanismo que combatía por su propia supervivencia, y en Benidorm, con el apoyo del propio suegro de Zaplana, ya había metido la cuña. Al final, Ripoll ha hincado la cerviz a cambio de su salvación personal. Pero el escenario se ha estropeado con un Camps debilitado por el acoso judicial (y la incertidumbre que el proceso proyecta sobre su futuro), un Fabra en retirada que ha nombrado heredero (Javier Moliner) y un Ripoll que ya no puede contener a los suyos.

La salida de Gema Amor del partido y la eclosión de candidaturas municipales formadas por expopulares en Alicante responden a esa nueva realidad que introduce una perspectiva atomizadora cuyos efectos pueden ser muy inquietantes para un PP que nada ha hecho por sanear sus tres cabezas.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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