Özil se entera de todo
El alemán, de 22 años, se ha adaptado al Madrid en condiciones difíciles
Los jugadores del Madrid se dividen en dos grupos: los que se ríen cuando José Mourinho se levanta de buen humor y cuenta un chascarrillo y los que permanecen indiferentes a los intentos del técnico por obtener señales de aprobación. El asunto no es banal en un vestuario en el que el entrenador ejerce un poder omnímodo y demanda una lealtad ciega. Mesut Özil pertenece a la segunda facción. Sus compañeros aseguran que es "un buen tío" y que, a pesar de dominar poco el castellano, "se entera de todo mirando las caras aunque no sepa de qué se habla".
Özil sabe que se ha convertido en un dilema fatigoso para su técnico. El plan de Mourinho para frenar al Barça implica la presencia de tres mediocentros de pierna fuerte y esto solo deja sitio para tres atacantes. Un punta, imprescindible para el sistema, y dos trescuartistas. El puesto del punta fue ocupado en el entrenamiento de ayer por Adebayor. Los otros dos se los disputarán Cristiano, Di María y Özil.
Pese a ser el más creativo, Mou le ha administrado con recelo en los clásicos
Cristiano y Di María comparten agente con Mourinho. A los tres los representa Jorge Mendes. Cristiano es el jugador favorito del técnico, el único al que libera de obligaciones defensivas, mientras que Di María es un adepto disciplinado, capaz de perseguir a quien marca los kilómetros que hagan falta. Hasta ahora, contra el Barça, Mourinho ha empleado al argentino para cerrar el paso a Alves.
En los dos clásicos que ha dirigido hasta la fecha, Mourinho administró a Özil con recelo. En el Camp Nou lo quitó en el descanso para meter a Lass. En el Bernabéu no le puso a jugar hasta el minuto 56, cuando el partido se complicaba (0-1). Solo la actuación del alemán en esos minutos finales le ha brindado el crédito necesario para ganarse la titularidad en la final de la Copa.
Özil jugó con la valentía de quien tiene un sentido de misión. En el clásico fue el futbolista del Madrid más sereno para decidir con claridad cuando recibió el balón. Por momentos, se pareció a un rebelde solitario.
"Quiero jugar como Zidane", dijo, antes del Mundial de Sudáfrica, cuando le preguntaron cómo se imaginaba a sí mismo, en una entrevista en el Frankfurter Allgemeine Zeitung: "Querría ser ese jugador calmado que ayuda a sus compañeros. Me gustaría que no se conozca nada de mi vida fuera del campo y que en los partidos mis compañeros me busquen para darme la pelota".
Cuando le llamó para que fichara por el Madrid, Mourinho le prometió que jugaría siempre. Lo que quizá no le dijo fue que le pondría a marcar a todo tipo de rivales: de Luis Filipe a Xavi, pasando por Rivera. Laterales, mediocentros y volantes ofensivos. En los últimos meses, Özil ha corrido para atrás más que en toda su carrera y, cuando el equipo ha recuperado la posesión, Mou le ha indicado que se aproximase al área contraria para esperar el pase. Sus compañeros no le han buscado todo lo que él habría querido y a veces se ha alejado de las jugadas por imposición táctica. Aun así, ha dado 10 asistencias en la Liga y es el jugador con más pases buenos, tras Alonso, Ramos y Marcelo.
A Özil le ha bastado con recibir algunas clases particulares de castellano para integrarse en la vida social de Valdebebas. No muchos extranjeros lo han hecho con tanta facilidad en menos tiempo y siendo tan jóvenes. El alemán, que cumplirá 23 años en octubre, no solo es el jugador más creativo de la plantilla. Además, representa un caso atípico de capacidad de adaptación. Dicen quienes le conocen desde Gelsenkirchen que haberse criado en el seno de una familia de inmigrantes turcos le activó un sexto sentido. Entre extranjeros se siente como en casa. Y si son jugadores, mejor. El fútbol es como su lengua materna.
Horst Hrubesch, el seleccionador alemán sub 21, no dudó cuando supo la noticia: "¿Que se va muy pronto al Madrid? Nada es demasiado pronto para Özil".
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