Espanto: el pop de las cosas pequeñas
Teresa y Luis llegan a casa después de un día en el instituto. Ella, de impartir sus clases de lengua y literatura. Él enseña tecnología. En sus respectivas escuelas, pocos saben que esta pareja, residente en Logroño, invierte su tiempo libre escribiendo canciones. Ya se encargan ellos mismos de amurallar su vida personal. "Yo he llegado a negar que soy la chica de Espanto", afirma Teresa. Cada vez lo tendrá más difícil. Un extraordinario enfoque sobre lo cotidiano y el hábil manejo de su cultura pop han disparado sus canciones por los corrillos musicales. Como delicatessen de lenta degustación en tiempos acelerados en el consumo de pop. Ahora todo se devora sin apenas masticar. Nada permanece. Ellos se enfrentan a la tendencia elaborando un extraordinario muestrario de situaciones corrientes que requieren una parada en el paladar para apreciar ese brillo que la rutina diaria les niega.
Ahí fuera poco se sabe de ellos. Teresa padece de alergia a las redes sociales. Luis se suicidó de Twitter hace escasas semanas. Mientras músicos adolescentes exprimen las redes para convertirse en héroes por un día, Espanto desconoce las reglas básicas para optimizar el reconocimiento popular en el siglo XXI. Afirma el escritor Miqui Otero -autor de Hilo musical- que muchos grupos se suben por primera vez al escenario con más de 30 años "porque no tienen ningún interés en triunfar en la música, sino en no fracasar en sus vidas". Y define las canciones del grupo como "su negociación con un mundo que, la verdad, convendremos en que está montado por alguien o muy malo o muy tonto".
La prensa especializada ya les mima. "Son grandes observadores de la realidad y lo explican con ingenio y una fina ironía no cruel; y por tanto, no boba", justifica Santi Carrillo, director de Rockdelux. Aunque llevan cinco años perfeccionando su estilo, hace escasos meses eran un grupo casi secreto. La política del sello Birra y Perdiz así obligaba: tirada mínima, objeto mimado y venta con cuentagotas en los escasos directos que daba la pareja y a través de la web del sello. "Compartimos esa idea de edición. Más no implica mejor. Pero daba rabia que tras sacar cada uno de los dos discos, mucha gente que vino a las presentaciones se quedara sin su copia. Hay mucho esfuerzo detrás de las canciones de Espanto y a veces piensas si merece la pena una distribución tan pequeña con todo lo que nos estamos exponiendo".
Frustración que vino a paliar el sello Austrohúngaro, que ahora edita en un vinilo sus dos grabaciones. Ísimos agudiza el ojo sobre el entorno costumbrista. Érrimos le añade unas gotas de fantasía. Genís Segarra, del grupo Astrud y socio del sello, les describe así: "No graban los discos de cualquier manera, ni escriben sus letras para rellenar estrofas, ni arreglan sus canciones con lo primero que se les ocurre; no se suben a un escenario a ver qué pasa y no hacen públicas sus canciones de 30 en 30". El directo es un trauma. Pero de alguna manera hay que defender las canciones. Teresa lo lleva peor. "En los primeros conciertos quería llorar; ahora lo voy superando con un poco de humor, aunque sigo nerviosa y me paralizo muchísimo". Acostumbrada a hablar en público delante de sus alumnos, ¿esto es inseguridad o pudor? "Las dos cosas. Nosotros solo queríamos hacer canciones, pero cuando estas se van multiplicando te ves rodeado de presiones para ponerlas delante de la gente. Accedimos, pero casi suplicando que nadie se enterara del día y el lugar".
No son niños. Luis tiene 36 años. Ella, tres menos. La experiencia acumulada genera recursos para hacer fácil lo difícil, pero a la vez eleva obstáculos con los que grupos más jóvenes no tienen que lidiar. La nostalgia acecha a la hora de componer. "Es un síntoma generacional y no se puede negar. Pero las canciones no pueden caer en ella. Su misión es saber gestionarla". Una gestión salvada con inmejorable nota. Pues, como indica Miqui Otero, "es un signo de madurez personal e incluso de modernidad colectiva que escriban sobre los achaques e hipocondrías de cuando ya, por narices, te has convertido en adulto".
CLASIFICAR LO INCLASIFICABLE
Del costumbrismo de mesa camilla de Vainica Doble a la complicidad de Chico y Chica o la cotidianidad de ciertas bandas de provincias. Tres especialistas tratan de explicar el enigma Espanto.
Espanto sigue el camino de aquellos grupos que han perseguido el gusto por la palabra común y precisa para describir esos pequeños momentos que hemos pensado mil veces y apenas hemos visto plasmados en un discurso. Unas veces, por temor a confundirlo con falsa frivolidad. Otras, porque lo sencillo de ver a menudo resulta lo difícil de describir. Así surge un pop tan familiar como extraño. Santi Carrillo pone como guía "la evidencia solemne de Vainica Doble: ese costumbrismo de mesa camilla es un estilo ya en sí mismo". De aquella pareja de señoras sagaces y residentes en Madrid (imagen superior), Miqui Otero destripa la esencia de la popular sintonía del espacio gastronómico Con las manos en la masa. "La recordamos chistosa, pero era tremenda: la mujer encadenada al fogón que intentaba comunicarse con su marido recitándole todos los platos en lugar de tirárselos a la cabeza". Canciones que con tres mimbres de andar por casa "consiguen tomarle el pulso a una época".
Genís Segarra rescata el perfil de los bilbaínos Chico y Chica. "Espanto me recuerda a ellos porque son dos personas que solo se entienden entre sí; superexigentes consigo mismas y con los demás. Su mundo propio paradójicamente no les hace elitistas e incomprensibles, sino universales y totalmente populares".
Casos aislados de la gran ciudad, Carrillo señala como foco de buen trato con la cosa cotidiana el origen provinciano. "Sin menosprecio alguno por el término, más bien todo lo contrario", matiza. "Me refiero a la saga Le Mans -desde Donosti-, a las mejores Nosoträsh o a Pauline en la Playa -asturianas ambas-. Y en Burgos existía un trío de chicas en los ochenta, Magenta, con un único disco producido por Nacho Cano. Son grupos que cuidan la dicción, el detalle de una palabra bien puesta, la recuperación de frases no habituales en el lenguaje vulgar, que es el que tenemos que soportar en el pop nuestro de cada día".
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