Lavado
Se conoce el fenómeno como la judicia-lización de la política o la politización de la justicia. Se lea en la dirección que se lea, suena mal. Pero si la corrupción no pasa factura electoral y la grandeza de la democracia permite que un comportamiento criminal sea premiado popularmente en virtud de factores más pragmáticos y menos morales, nos vamos a hartar de ver judicializarse la política y politizarse la justicia. Es una forma de esterilización del poder, eso sí, tan traumática como el agua hirviendo. Los noticiarios de ayer daban cuenta del nuevo lunes en los juzgados de Berlusconi. El delito fiscal se acumula a otras imputaciones, y esta palabra con él suena de lo más expresiva. Va a tener problemas de calendario para sacar a pasear al perro. Ante una oposición fragmentada, los jueces se han significado como la mayor amenaza a su Gobierno.
Zapatero ha tenido en los jueces un frente abierto. La noticia de la apertura de juicio contra Garzón viaja por el mundo. Nuestro juez más relevante se enfrenta a una acusación gravísima por autorizar escuchas entre los imputados de la trama Gürtel y sus abogados. La escucha suele ser el recurso de una investigación coja. En asuntos de corrupción, las estrategias defensivas asumen el lavado de pruebas. No se tolera en su investigación la quiebra de garantías judiciales como pasa con el terrorismo, donde intervenir conversaciones y correo de presos es práctica común. Es habitual la anulación de pruebas obtenidas en escuchas y nos hemos acostumbrado a ver sostenerse en el cargo a tipos de los que conocemos conversaciones sonrojantes.
Por eso los implicados en Gürtel, enmarañados con un gran partido, optan por ese clásico de que la mejor defensa es un buen ataque. Los escrúpulos se han dejado colgados y las partes van a saco. El juez será el primer caído, antes incluso de cualquier implicado. Judicialización, politización, suenan como un lavado con centrifugado, donde todo da mil vueltas, para terminar en el mismo sitio. Y la mancha en el traje para algunos será una condecoración. Como presume Berlusconi de cada muesca judicial en la culata de su revólver.
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