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Columna
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Rescate

Por si la enormidad de nuestras desgracias no fuera ya suficiente con lo que ya tenemos, ahora nos toca aguantar otros cuarenta días de soflamas políticas electorales, acusaciones de alta traición, propaganda genuina sin medida y, lo peor de todo, comparecencias diarias de González Pons regalándonos la frase histórica del momento ¡todos los santos días de campaña!

Naturalmente, los dirigentes del PP en comunidades autónomas y Ayuntamientos intentarán convencernos de que su irresponsable y despilfarradora gestión no ha sido en realidad culpa suya, sino de ese personaje "siniestro y malvado" que es Rodríguez Zapatero, o, en su defecto, quien le sustituya. Están muy seguros de que la corrupción no les pasará factura y, sobre todo, de que los fiascos cometidos por ellos al frente de las instituciones quedarán sepultados bajo la inmensa polvareda levantada por la crisis. Y no solo no se avergüenzan de ello, sino que se permiten todo tipo de chanzas y chirigotas en torno a un eventual, aunque improbable, castigo por parte del electorado.

Mientras tanto, entre las filas socialistas cunden el desconcierto y la perplejidad. Los ciudadanos ya no parecen escuchar sus propuestas de contenido ideológico. Y no solo porque la credibilidad de los políticos (de todos los políticos) está por los suelos; también porque la crisis (cuyo origen, paradójicamente, se encuentra en las doctrinas económicas más conservadoras) ha dejado a la izquierda socialdemócrata atada de pies y manos. Incapacitada para desplegar las estrategias ligadas a sus tradicionales señas de identidad.

Nada estaría perdido, sin embargo, si, aún así, lograran entender que lo que de verdad se va a medir en estas elecciones y, sobre todo, en las generales de 2012, es la capacidad y credibilidad de los principales partidos para regenerar los fundamentos mismos de una democracia, como la española, que se ha revelado muy poco eficaz para enfrentar una buena parte de los principales problemas de sus ciudadanos. Con, o sin crisis económica de por medio.

Un país en el que los líderes de la oposición son capaces de salir a la calle a manifestarse contra un Gobierno con el que tienen un pacto firmado, cuyos dirigentes han sido incompetentes para gestionar con un mínimo criterio de profesionalidad y eficacia los asuntos públicos, en el que nadie hace ya bien su trabajo y en el que los partidos llevan en sus listas a más de 100 imputados por casos de corrupción. Un país en el que las televisiones públicas autonómicas se manipulan con una impunidad que raya el delito, en el que se exige una universidad y un palacio de congresos en cada pueblo y ciudad, y en el que el presupuesto que se dedica al autobombo, la propaganda o a inaugurar cualquier cosa, es mayor que el se asigna a la ley de Dependencia, no es un país que necesite un rescate económico; es un país que necesita, y con urgencia, un rescate del sistema democrático en su conjunto. Si los socialistas lo lideran, aún podrían ganar las elecciones. En cualquier otro caso, gobernará el PP. Esto es lo que hay.

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