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Columna
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La cerveza de Bryce

Juan Cruz

Iban Alfredo Bryce Echenique, el escritor peruano de La vida exagerada de Martín Romaña, y su colega venezolano Adriano González León, el autor de País portátil, vagando en taxi por una de las grandes avenidas de México Distrito Federal cuando se toparon con esta inscripción repetida: "Corona, la cerveza de barril embotellada". Alfredo Bryce Echenique se mostró cautamente insistente con el taxista: ¿Cómo es posible, le dijo, que se produzca esa contradicción en un anuncio callejero? "La cerveza o es de barril o es embotellada, señor".

El taxista, paisano de Alfonso Reyes al fin y al cabo, le dijo a Bryce:

-Es lo mismo, no más que diferente.

Que el taxista fuera paisano de Alfonso Reyes no es baladí ni circunstancial; a Reyes, uno de los grandes polígrafos de la genialidad discursiva mexicana, se le atribuye otra anécdota muy célebre, que se cuelga también sobre la biografía rumorosa (o amorosa) de otros grandes apasionados de las bibliotecas. Parece que Reyes estaba en actitud altamente comprometida con una de sus ayudantes, que yacía entre sus brazos, y en ese trance fue alcanzado por la vista de su propia señora, que exclamó desde el quicio del ensombrecido recinto:

-¡Estoy sorprendida!

A lo que replicó el sabio con esta invocación llena de sentido común:

-Estarás estupefacta. En este caso el sorprendido soy yo.

Pensé en estos dichos tan ilustres cuando escuché a José Blanco, el vicesecretario general del PSOE, decir que en este proceso de primarias que se adivina el aparato del partido va a ser "neutral, pero no indiferente". E imaginé que el taxista mexicano hubiera dicho, ante el galimatías, lo mismo que le dijo a Bryce: "Señor, es lo mismo, no más que diferente".

¿Qué significa neutral, qué significa indiferente? Lo bueno de hablar ante un micrófono es que el micrófono graba el pensamiento, que se queda para siempre. Ahí resistirá la voz de Blanco diciendo esa frase que en sí solo tiene el sentido que uno le quiera dar, pues carece por completo de esencia. Es una respuesta para que no le pregunten más.

Se habla así, para hablar. Hemos visto estos días una declaración muy alarmante del exportavoz del Gobierno de Aznar Miguel Ángel Rodríguez sobre lo que había dicho acerca del médico Luis Montes en una tertulia televisiva. Por lo que dijo le llevaron al juzgado, y le pidieron multas cuantiosas. Para explicar su voz sin freno subrayó que todo el mundo sabe que se va a las tertulias a agitar el ánimo.

Ah, pues ya lo sabemos: a las tertulias se va a agitar el ánimo, y no importa que el ánimo se agite con insultos o con mentiras. Por ejemplo, usted llama nazi a un médico y da por sentado que eso no es lo que está diciendo en realidad porque el público escucha otra cosa. Lejos de mí la funesta manía de recelar, pues el señor Rodríguez ha dicho que todo el mundo sabe que cuando insulta solo quiere agitar los ánimos, pero resulta evidente que cuando alguien dice de otro que es un nazi está diciendo lo que dice, que el otro es un nazi. O es lo mismo o es diferente. Y aquí parece que lo que dijo fue lo mismo que escuchamos.

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