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Columna
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Viejos rebeldes

Manuel Rivas

La noche. Hay una oración finlandesa que algunos viejos murmuran con el alba: "Señor, si me llamas, te sigo de buen grado, pero no esta noche". Podemos verla hoy como el comienzo de un sutil manifiesto de rebeldía. A propósito de lo que ocurre en los países árabes, en la resabiada Europa se habla mucho del petróleo, como si fuese el fátum que todo lo mueve, pero muy poco de la gente. Miramos de reojo, quizás porque nos avergüenza nuestra ignorancia, nuestra incapacidad de predecir, de notar el calor específico de la humanidad en lo que considerábamos irrecuperables yacimientos catastróficos. Son mayorías jóvenes quienes impulsan esta onda emancipadora. Y salvo en Libia, por culpa del sátrapa, utilizando solo las balas del deseo. Mientras tanto, los jóvenes en la vieja Europa democrática han sido envejecidos, en el sentido de hacerlos invisibles. Algo de responsabilidad tendrá la izquierda del ni fu ni fa. Y mucha la exposición a los becquereles de los estupefacientes mediáticos. Pero la sociedad tiene su instinto de supervivencia cuando la democracia se encoge. Es la nueva Resistencia de los viejos. Una vanguardia que proclama, a la manera de Walter Benjamin, que la revolución necesaria no consiste en "acelerar" la historia (hacia el desastre) sino activar un "freno de alarma". Son las voces insobornables de Chomsky, Stephane Hessel, Sampedro, Viçens Navarro, Osvaldo Bayer, Rossana Rossanda y tantos otros que hoy tienen la edad que tendría nuestra República. Las nueces. Se le atribuyó a Arzalluz aquella frase de "Unos sacuden el árbol para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas". Se suponía que las nueces eran para el PNV. Pero vean el efecto sacudida de las "actas de ETA", al parecer obra del evangelista Thierry. Anda toda la derecha española, como loca, a recoger nueces. ¡Qué nogal! Y de paso, Trillo y Oreja, a encontrar dragones y faisanes. ¡Viva Torrente V!

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