Nueva luz sobre Belgrado

El pasado mes de mayo llegaba a nuestras pantallas el tardío pero bienvenido estreno de The trap, una coproducción entre Serbia, Alemania y Hungría dirigida en el año 2007 por Srdan Golubovic que proponía una inquietante ficción noir en un Belgrado definido como capital del dolor: la inmersión en las turbulencias residuales de la posguerra por parte de una familia de clase media para salvar la vida de su hijo daba pie a una trama, sólidamente construida, que no dejaba ningún margen a la esperanza. Srdjan Koljevic, coguionista de esa adaptación de una novela de Nenad Teofilovic, firma ahora el guión y la dirección de La mujer con la nariz rota, en cuyo reparto también coinciden tres de los actores de The trap.

Relato estructurado según el modelo, ya algo gastado por el uso, de las Vidas cruzadas (1993), de Robert Altman, La mujer con la nariz rota tiene en un intento de suicidio el punto de confluencia de tres líneas argumentales regidas por el dolor y la pérdida. Los personajes convocados por ese azar irán desentrañando sus respectivos caminos en dirección a la aceptación y la reafirmación vitalista. La mención a Vidas cruzadas no atiende solo a lo estructural: los ecos de Carver no parecen del todo lejanos, aunque están algo trivializados por una mirada que se empeña en aplicar el bálsamo del sentimentalismo y la redención sobre las magulladuras del espíritu colectivo.

Koljevic extrae excelentes interpretaciones de su reparto y mueve sus hilos con aplomo, pero la notable La mujer con la nariz rota no llega a desembarazarse nunca de su transparente condición de película esclava de un espíritu conciliador algo sospechoso. Da la impresión de que el cineasta no tiene como norte conquistar la verdad dramática: un premio del público en el circuito de festivales parece su principal objetivo.