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Elecciones municipales
Columna
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El conselleiro tertuliano

Ha sido una semana complicada para el presidente Feijóo. Tras dos años de gobierno, había constatado cómo la realidad es tozuda y el gallego, los molinillos, los dependientes, el paro, los Baltar o la venta de coches, se niegan a dejarse gobernar a golpe de audaces titulares. Pero estos días además ha debido asumir otra amarga verdad. En todo hay un mal día y a todo hay quién gane. Incluso en su habilidad más temida por sus adversarios, sus finas dotes como tertuliano. Todo comentarista padece sudores fríos imaginando el día en que alguien rescate alguna palabra tuya que se contradiga con alguna afirmación que acabes de sostener con idéntica rotundidad. Que un político se desdiga, es lo normal, va en el chiste. Pero que lo haga un tertuliano, que lo único que hacemos es hablar, pasa de castaño oscuro. A Feijóo acaba de ocurrirle nuestra peor pesadilla. Después de despacharse a gusto con el entonces president Montilla por decir que los diputados de CiU parecían gallegos porque no se sabía nunca que iban a votar, acusándole de confundir "a fina intelixencia dos galegos con faltarlles ao respecto", ahora ha debido sostener exactamente lo contrario. Manifestarse encantado de que le digan "gallego" a Rajoy por indeciso. Y encima ha bebido semejante cáliz por cubrirle las espaldas a alguien tan simpático y tan agradecido como Aznar.

Hernández habla más fuera del campo, que en el terreno de juego con sus goles

Confieso que es una polémica que siempre me ha parecido propia de seminaristas. Acaso porque siempre me suena a envidia mal disimulada de quien se recrea en el tópico porque le molesta que su interlocutor sea diferente, piense distinto y no haga las cosas como se hacen en España: "Por mis huevos". Pero eso no quita que el Presidente acabe de patentar poco menos que el gallegómetro, un sistema o artilugio que, suponemos, gracias a finísima tecnología puede distinguir sin margen de error cuándo te llaman "gallego" para meterse contigo y cuándo porque te quieren.

Siendo malo eso, no debiera preocuparle menos sospechar que hasta en aquello donde no tenía rival y resultaba campeón por aclamación, puede haber emergido un serio competidor. Al presidente tertuliano, le ha salido un conselleiro tertuliano. En su día, fue fichado como el Messi de la gestión, protagonizando incluso los mismos episodios truculentos y astronómicos que rodean las contrataciones en el fútbol profesional. Hoy, como tantos otros cracks, el conselleiro Hernández habla más fuera del campo en sus apariciones en los medios, que en el terreno de juego con sus goles. Su gestión no destaca precisamente por su puntería. Empezando por las sucesivas adjudicaciones interruptus de la mítica Highway to Fisterra. O los múltiples chapados y contrachapados de la ley del suelo, una normativa que se actualiza con más frecuencia que cualquier GPS y el Google maps. O el misterioso canon del agua, que se va a cobrar, pero no se sabe bien ni cuándo ni cómo ni a quién. O el plan Remove, el powerpoint más presentado y modificado de occidente. Solo o en compañía de otros, ha conseguido que nadie en Galicia sepa hoy dónde se puede construir y cómo, o si se hará o no alguna de las muchas carreteras proyectadas en los alrededores. Aunque entre todos sus logros, ninguno tan aclamado como ejercer de comentarista oficial del pacto del Obradoiro, el narrador que nos da el día a día de José Blanco, el minuto y resultado del AVE. Un marcaje que llegó a convertir las inauguraciones de lo que fuera en acontecimientos de alto riesgo.

Recientemente, el conselleiro ha cruzado la última frontera. Encargar un informe para dar una rueda de prensa y opinar sobre las decisiones de otro. El sueño de todo tertuliano. Tener a disposición un gabinete que prepare las tertulias. Tal fue el caso de su presentación de cuánto iba a costarle a la productividad gallega haber bajado a 110 el límite de velocidad: 28 millones de euros. Pero tal como se hacen esos cálculos, podría haber dicho 33, que es capicúa, suena mejor y cuela igual. Ahora la ha tomado con Vigo, a quien acusa de despilfarro por hacer lo mismo que la Xunta: repartir dinero entre las compañías aéreas. Al presidente Feijóo le ha salido un duro competidor por el título de tertuliano del año. Veremos quién gestiona mejor no tener un Zapatero a quien culpar.

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