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Columna
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Progresistas

Qué sería de nosotros sin las etiquetas. Si no pudiéramos colocarlas ipso facto a cualquiera que abra la boca, o sin que la abra, nos sentiríamos perdidos, desamparados. Tendríamos entonces que esforzarnos en hacer algo terrible, como... ¡pensar! Y claro, eso sí que no, oye, qué confuso, qué agotador. También son muy prácticas para uno mismo, claro: a mí, por ejemplo, me encantaría definirme de izquierdas y progresista. Suena muy bien, y en Euskadi por lo menos, a un oído medio le suena mucho más cool que sus antónimos "de derechas" o "conservador". Los problemillas empiezan a la hora de dotar de contenido a las etiquetas, a la hora de identificarse con aquellos grupos y partidos que reclaman para sí esa misma definición legitimadora.

Por ejemplo, los dirigentes de EA y Alternatiba reunidos ayer en Bilbao hablaron de esa coalición electoral que quieren formar con los repescados de Sortu o Batasuna, definiéndola como "soberanista y progresista". Faltaría más. Los socialistas y los de EB o IU también se autoproclaman siempre como progresistas. ¿Significará eso que todas sus propuestas son ya progresistas per se, por definición? La curiosidad me lleva a visitar las páginas web de diversos partidos políticos, para ver cómo se presentan. La palma se la lleva el PNV, que se autodefine tal que así: "Partido democrático, plural, participativo, aconfesional y humanista, abierto al progreso y a todos los movimientos de avance de la civilización que mejoren la calidad de vida de las personas". Fantástico, ¡me apunto! Hay que pinchar en otros enlaces para encontrar referencias a la gloria de Euzkadi, etcétera. Si Sabino Arana levantara la cabeza, le daría un soponcio.

Me hace gracia: por mucho que se critique en medios académicos la idea de progreso, ¡la verdad es que todo el mundo cree en él! Por lo menos en su posibilidad, mediante la acción política, social y jurídica. ¿También los conservadores? Por supuesto, aunque subrayen más la importancia de conservar aquellas buenas leyes, instituciones y prácticas que ya poseemos, también quieren reformar y mejorar otras. Y al contrario, los llamados progresistas también quieren conservar y proteger las conquistas logradas. Unos se adscriben en la línea de la tradición liberal, insistiendo sobre todo en la defensa de las libertades personales, y otros en la tradición socialista, destacando los derechos de segunda generación, los derechos sociales y económicos.

¿Y los nacionalistas? Ah, el difícil equilibrio entre estas dos primeras generaciones de derechos y una tercera que abogaría por otorgar derechos colectivos a los pueblos, por dar protagonismo al reconocimiento de la identidad colectiva frente a otros derechos fundamentales. ¿Es eso progresista? A mí lo que de verdad me parece progresista es no dejarse arrastrar por las etiquetas, no acomodarse en ellas como en mullidos sofás. Pensar, preguntarse.

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