Un estadio, una catedral
A Joan Laporta aún se le recuerda con una botella de Moët&Chandon y un puro en la boca en la sala Luz de Gas. La imagen ha sido usada como signo del despilfarro del anterior presidente del Barça frente a la austeridad que practica el consejo de Sandro Rosell. El club lleva ahora una política de contención y prudencia y, al mismo tiempo, respetuosa con la sensibilidad social. Así las cosas, la entidad azulgrana recomendará a los espectadores del Camp Nou que se abstengan de fumar y propondrá a los socios compromisarios que aprueben su prohibición en la próxima asamblea por su bien y el de todos.
La medida puede ser controvertida desde el momento en que se suponía que había pocos placeres mayores que encender un habano para celebrar un gol o quemar un pitillo para combatir los nervios, una visión que ahora se da por superada. La salud avala la normativa de la misma manera que la regla favorecerá la transgresión.
El próximo objetivo debe ser acabar con la prostitución de los alrededores del estadio y evitar la venta de alcohol, hasta conseguir que el fútbol sea una función respetable, alejada del pecado, como toca a los espacios comunes y de interés general. Los campos, como diría Vázquez Montalbán, son las nuevas catedrales de una religión llamada fútbol. Los viejos hinchas deberán fumar a escondidas como cuando eran niños. El fútbol ya no es fútbol sino un espectáculo, y como tal se regirá.
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