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Columna
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Ángel Luna no entiende nada

"No puedo entender nada de lo que me sucede", escribió el pasado sábado Ángel Luna en estas páginas refiriéndose a su cercano enjuiciamiento, a la vez que clamaba que "la defensa de la democracia y de sus reglas nos incumbe a todos".

Pues le explicaré lo que le sucede: Ángel Luna se va a sentar en el banquillo porque los jueces, y nadie más que los jueces, han apreciado que existen indicios de que Luna se ha saltado las reglas de la democracia, cuya defensa nos incumbe a todos, que dichos indicios están fundados en pautas racionales y que la razón apunta a la criminalidad de la conducta de Ángel Luna. El resto del artículo es retórica, más o menos vacua, pero retórica.

Esos indicios racionales de criminalidad no determinan la culpabilidad penal de Ángel Luna, quien mantiene incólume la presunción de inocencia que la Constitución nos reconoce a todos y que Ángel Luna dispensa, como si de una gracia se tratase, a quien él tiene por conveniente. A la acusación le corresponderá demostrar en el juicio si tales indicios son prueba de cargo que permita condenarle más allá de toda duda razonable. Si lo hace, la sentencia será condenatoria; si no, será absolutoria. Y en ambos casos habrá actuado el Estado de Derecho.

Y esa prueba tendrá que ir mucho más allá de la convicción personal de la acusación, de lo que entienda o no entienda. Yo, por ejemplo, tengo la convicción personal de que Ángel Luna es una pieza más -y no demasiado efectiva- de una trama que trata de criminalizar al Partido Popular, dirigida por alguien bastante más importante -y más listo- que Ángel Luna y en la que participan personas vinculadas a los poderes coactivos del Estado. Que de uno de los partícipes de esa trama, a quien Ángel Luna conoce perfectamente, recibió documentación que era secreta porque así lo había dispuesto un juez, y que Ángel Luna, después de utilizar esa documentación secreta al servicio de la estrategia de la trama, ha evitado que pueda servir de prueba para investigar la trama, los actos delictivos o antidemocráticos de la misma y sus componentes.

Pero esa convicción personal, sin pruebas sólidas que la sustenten -y la obtención de esas pruebas es extremadamente difícil precisamente por el encubrimiento por el que será juzgado Ángel Luna-, se queda en el ámbito de lo subjetivo, y con apreciaciones subjetivas no se puede condenar... pero tampoco evitar la celebración de un juicio, que es exactamente lo que pretende Ángel Luna.

Ángel Luna se creyó, en un momento determinado, que era un justiciero llamado por no sé sabe quién a rescatarnos a todos de no se sabe qué males y qué malvados, y que él y sus actos estaban más allá de toda regla y de todo juicio.

Entonces no entendió nada. Es comprensible que ahora siga sin entenderlo.

José Marí Olano es diputado por el PP en las Cortes Valencianas.

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