Un nómada vasco
Una ingrata sorpresa la de que ha muerto mi amigo Juan Carlos Eguillor (San Sebastián, 1947-Madrid, 2011). Hace un mes me lo encontré en la madrileña calle de la Libertad; estaba recuperándose de uno de sus tropezones que a veces nos da la salud en la vida. Lo encontré mejor que las noticias que me llegaban de Donosti. Se manejaba bastante bien, eso sí, con la ayuda de un bastón que le daba un porte humorísticamente aristocrático, como salido de sus propias historias. Me decía que ahora ya no podía viajar, él siempre con su espíritu tan nómada, tan cosmopolita, tan fantasioso, siempre imaginando y creando miles de Miss Martiartus y Max Bilbaos... Qué trabajos hizo para tantos periódicos y revistas maravillosas en nuestro país. Fantásticos trabajos con Lolo Rico, sus Memorias de una vaca para Bernardo Atxaga, y tantos otros.... Qué generación maravillosa de artistas se han ido marchando, amigos comunes con los que hemos crecido todos, como los geniales Vicente Ameztoi e Iván Zulueta.
Conocí a Juan Carlos en los comienzos de la experiencia de la Orquesta Mondragón, que coincidía con la más fascinante y revolucionaria propuesta artística en nuestro País Vasco, como fue la creación de la revista Euskadi Sioux allá por 1979. Allí coincidieron tantos artistas plásticos, poetas, periodistas y escritores con una mirada diferente "asaltando la presunta seriedad de los vascos, rompiendo su pudor habitual sobre el tratamiento que se daba a temas como la política, la religión o el sexo".
Desde el principio sentí fascinación por sus trabajos, sus viñetas, sus dibujos, sus caricaturas, que tenían tanto que ver con el mejor humor inglés. Ilustradores desde Thomas Rowladson Howard o el mejor pop de Peter Blake. Nos hicimos amigos en una dilatada carrera, trabajando juntos con ideas, proyectos, shows, escenarios, todos ellos con el común deseo de reírnos de todo y sobre todo de reírnos de nosotros mismos.
Así salieron trabajos exitosos como Viaje con nosotros, Es la guerra, Enemigo público Nº 1, Ellos las prefieren gordas y El huevo de Colón, entre otros muchos.
Muchos de esos encuentros (propiciados por nuestro amigo común el galerista Juan Cruz Unzurrunzaga, también fallecido) dieron como resultado la rica visualización de muchos de nuestros espectáculos ya desde los años ochenta y la posterior plasmación en shows de televisión legendarios como Viaje con nosotros, impulsados por Pilar Miró, La última cena, El huevo de Colón y La cucaracha express.
Juan Carlos Eguillor ilustró y animó muchos de mis discos y mis trabajos televisivos, pero también aportó muchas de las ideas escenográficas y audiovisuales que enriquecieron nuestros conciertos con su visión tan vanguardista como provocadora.
Él siempre tenía su cabeza en plena ebullición y nos admiraba a todo el mundo.
Juan Carlos era un renacentista, con ideas adelantadas a su tiempo y plasmadas en movimientos artísticos (fascinante homenaje el que le hizo a Lorca con su peculiar versión de Un poeta en Nueva York). Era un artista plástico total con una sabiduría y filosofía de la vida divertidamente admirable.
Destaco sobremanera su trabajo como ilustrador en el disco-libro La historia del soldado, de Stravinsky, dirigido por Paquito d'Rivera donde tuve la ocasión de colaborar con Nacha Guevara, Vladimir Cruz y Trinidad Sevillano, una producción que consiguió el Grammy Latino de Música Clásica en la Edición de 2003 y que es la única grabación magistral del trabajo de Stravinsky y Ramuz que existe en español.
Más recientemente comenzó a trabajar en la portada de mi último disco El maquinista de la General, interrumpido por su enfermedad. Juan Carlos, que era tan ligero, tan dinámico... La última vez encontré a un Juan Carlos más cansado pero conservando todavía ese maravilloso sentido del humor genial que siempre tuvo. Sé que su legado queda en buenas manos con su sobrino Borja Cobeaga, con su cine y también su sentido del humor.
Javier Gurruchaga es cantante y actor, fundador de la Orquesta Mondragón.
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