Santa y dulce corrida del maestro Capea
Nobles y con clase, los cinco toros de la familia Capea, con los dos hierros de la casa, San Mateo y San Pelayo. Santos esos cinco toros. No pasaron la frontera en varas porque de fuerzas no iban sobrados, pero tuvieron larga mecha en la muleta. Tanta como calidad. El tercero se desgració un pitón y el sexto volvió por donde había salido por su evidente cojera. En su lugar saltó uno de Zalduendo que fue protestón. Los tres primeros, al límite de presencia; los de la segunda parte, más seriecitos. Todos los titulares, excepto el feote de pitones tercero, de dibujo impecable. Más bonitos que un San Luis. Corrida, pues, a modo para disfrute de los toreros.
Disfrutaron El Cid y Perera. Cada uno a su estilo o a su saber y entender. El Cid entendió que había que invitarlos de largo, traerlos y despedirlos con exquisita cortesía. En su primero, muy correcto siempre, no terminó de calentar el ambiente por la empalagosa dulzura del toro. El cuarto, de preciosas hechuras, tuvo más chispa y la faena, por tanto, más entidad. Solo dos series con la izquierda, de muy buen trazo, que fue como quedarse un poco con la miel en los labios. A los dos toros los mató El Cid de sendas estocadas de formidable ejecución y colocación. De recordar.
MATEO, PELAYO, ZALDUENDO / CID, PERERA, CAYETANO
Tres toros de San Mateo, dos, 3º y 5º, de San Pelayo y un sobrero, 6º,
de Zalduendo. Desiguales de presencia. Con clase los titulares.
El Cid: estocada (oreja); pinchazo y estocada -aviso- (oreja).
Miguel Ángel Perera: pinchazo y entera (oreja); media caída -aviso-
y descabello (oreja). Cayetano: pinchazo y descabello (silencio); tres pinchazos y entera (silencio).
Plaza de Valencia, 18 de marzo. Séptima de Fallas. Casi lleno.
Miguel Ángel Perera optó por la cercanía. Fácil con el pastel que hizo segundo y muy seguro, siempre a milímetros de los pitones, con el quinto. Quizás más alardes que toreo en sí, pero firmeza y seguridad apabullantes. Obsesionado por ponerse tan de cerca, pero siempre dominando absolutamente la situación.
Cayetano abrevió con el tercero, que se partió un pitón, y no puntuó. Con el sobrero, que no se lo puso fácil, se le vino encima el mundo. No ordenó sus ideas, se vio casi desbordado y hasta pasó sus apuros.
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