Otra fotografía de boda es posible
Más de 200 profesionales se reúnen en un congreso internacional en Madrid y defienden un estilo natural que retrate la emoción sin caer en la cursilería
Huir del tópico, no forzar la pose, conseguir una imagen natural, espontánea, irrepetible. Algo ha cambiado en la fotografía nupcial. Una nueva generación de fotógrafos ofrece otro tipo de trabajo en el que lo importante es inmortalizar la emoción y alejarse del manido beso en el césped, de la sempiterna instantánea de las copas brindando o del retrato mecánico del peinado de la novia, el ramo de la novia, la sobrina pequeña de la novia...
El tercer Congreso Internacional de Fotógrafos de Boda reunió hasta ayer en Madrid a más de 200 fotógrafos del sector. El objetivo: conseguir una imagen artística y relajada. Una tendencia muy extendida en EE UU que empieza a despegar en España.
"Queremos que el fotógrafo nupcial deje de considerarse de tercera división"
Los más creativos no conocen crisis y están muy solicitados
Fran Russo lleva solo cuatro años como profesional, pero ya se ha convertido en un referente del "fotoperiodismo nupcial". "Yo me he convertido en el fotógrafo que no tuve en mi boda", confiesa, aunque defiende la libertad de elegir y la dignidad de todos los trabajos porque cada uno tiene su público. "Hay clientes que quieren una foto sobre el puente y es muy respetable". Russo explica que queda antes con los novios "simplemente" para conocerse: "Entablo un trato de confianza con ellos, muchos me cuentan detalles de su relación como por ejemplo cómo se conocieron".
Andrés Parro es otro de los pioneros de este estilo que prefiere la luz natural y rechaza los retoques, los artificios y el posado rígido. Una suerte de movimiento Dogma para los reportajes de boda, salvando las distancias, claro. Parro creó hace dos años UniónWep, un directorio de 60 fotógrafos que ofrecen un trabajo creativo "e incluso un puntito friki". El registro también busca "poner en valor al fotógrafo nupcial para que deje de considerarse de tercera división", a diferencia de la fotografía de moda, la deportiva o el fotoperiodismo.
Javier Marín es de Zaragoza y lleva 18 años dedicado a las bodas. Asistió a los talleres para renovarse y "diferenciarse del resto". Según Parro, "no hay crisis" para los fotógrafos que se alejan de la imagen encorsetada en color sepia o con destellos anacarados. Un trabajo novedoso y cada vez más demandado que se paga. Cerca de 2.000 euros de media -unos 500 euros más que el tradicional-, aunque puede alcanzar los 4.000. Andrés Parro justifica el precio: "Después de la boda, los zapatos se meterán en una caja, el vestido se guardará, la comida se perderá. Las fotos son lo único que perdura".
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