Para salvar al euro
Un débil pacto de competitividad puede implicar un fondo de rescate insuficientemente operativo
Para salvar al euro de las tormentas que arrastra desde hace más de un año se necesita más que un parche. Lo que en realidad se necesita es un decidido avance en la unión económica, con nuevos mecanismos, precisos y ambiciosos, que completen la esquemática arquitectura de la unión monetaria. Para salvar al euro se requiere un "paquete global" de políticas, como ha reclamado la canciller alemana, Angela Merkel, aunque fuera por motivaciones más domésticas que europeas. La cumbre del Eurogrupo celebrada ayer endosó las líneas maestras del Pacto para la Competitividad, ahora redenominado Pacto por el Euro, propuesto por Berlín y París: un conjunto de exigencias de dinamismo económico a todos los socios, planteadas como contrapartida al esfuerzo que los más prósperos deben realizar, al aumentar y flexibilizar el fondo de rescate.
La luz verde a dicho pacto, que en su formulación inicial como un dictado del binomio Berlín-París tantas inquinas suscitó, debe calibrarse con contención. Para ser digerido por todos, el texto no solo ha devuelto a las instituciones comunitarias su legítimo papel frente a la parálisis intergubernamental; no solo ha flexibilizado como objetivos propuestas convenientes redactadas como órdenes sobre la relación salarios-productividad o sobre la armonización de la edad de jubilación. Prácticamente ha diluido todo su carácter de exigencia objetiva.
Ello conlleva un peligro evidente: la correspondiente dilución de los compromisos, sobre todo alemanes, ante el necesario aumento del tamaño del fondo de rescate y la flexibilización de su operativa, de manera que pudiese adelantar créditos o comprar bonos de los países en apuros. Entre las distintas combinaciones posibles para diseñar una salida a la crisis de la deuda, la más solvente es un fondo potente y flexible, acompañado de unos pactos sólidos sobre la estabilidad presupuestaria y sobre el aumento de la competitividad de los países menos avanzados. Y la menos buena es un fondo poco creíble ante los mercados y unas políticas económicas de acompañamiento poco exigentes.
El Eurogrupo maduró ayer estas y otras cuestiones conexas (los intereses pagados por Grecia e Irlanda y sus plazos o las seis nuevas normativas económicas). Ojalá que el terreno haya quedado lo bastante balizado para la próxima cumbre. Y ojalá que no sea demasiado tarde.
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