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Reportaje:

El reflejo moral de la identidad

Belén Altuna plantea en un ensayo una reflexión filosófica y estética sobre el rostro y su papel simbólico y social

Sentada en el asiento de un autobús, esperando en una estación de metro o apoyada en la pared de un aeropuerto, la escritora Belén Altuna (Zarautz, 1969) encuentra un paraíso para la imaginación en los cientos de caras con que se cruza, en sus expresiones de angustia por la prisa, de felicidad por el reencuentro o de aburrimiento por una rutina diaria. Rostros, en definitiva, que le cautivan.

De esta fascinación por la faz surge Una historia moral del rostro (Pre-Textos), un ensayo que se presenta esta tarde (19.30) en el Koldo Mitxelena donostiarra y que recorre los misterios y los secretos que puede esconder la cara. "¿Qué se activa cuando nos miramos a la cara? ¿Revela el rostro nuestra identidad? ¿Son los juicios estéticos también juicios morales?", se pregunta Altuna.

"¿Qué se activa cuando nos miramos a la cara?", se pregunta la autora

La escritora se muestra convencida de que las valoraciones que cada ciudadano hace no dependen tanto de las acciones o de las palabras como de la apariencia y de lo que se muestra a través del rostro. "La cara es lo que nos representa; es el lugar en el que está condensada nuestra identidad", apunta.

Altuna otorga una especial relevancia a la mirada. "La mirada es el espejo del alma. Todos los estados anímicos se pueden trasladar a través de ella", explica. Y recuerda que la mirada puede transmitir cualquier pensamiento o emoción: temor, alegría, nerviosimo, inteligencia, burla,...

Para la autora y profesora de Filosofía Moral en la UPV, a medida que una persona crece su rostro no solo va reflejando aquello que se siente en un momento determinado, sino que muestra en sus arrugas, en el brillo de sus ojos o en su expresión todo lo que le ha acontecido a lo largo de la vida. "El rostro de una persona adulta tiene capas geológicas, tiene escrita toda su vida", considera la escritora, quien añade que las caras de algunos niños "adelantan algunos indicios de lo que pueden desarrollar en un futuro".

"Estamos desnudos", resalta Altuna. No es posible esconder unos sentimientos que se van condensando en la cara. "Si te tapases con ropa, darías la información de que te quieres esconder, de que tienes algo de lo que te avergüenzas", considera. No obstante, sí se puede mentir: "Un buen actor es quien sabe transmitir a través de la mirada lo que piensa o lo que siente su personaje".

La doctora en Filosofía muestra un especial interés por el papel que juegan los rostros en la interacción social. Así, recuerda que, más allá de las emociones básicas -la alegría, la tristeza o el miedo-, también se expresan otras adquiridas posteriormente, como la vergüenza, la admiración o la envidia. Y estas siempre se desarrollan en el seno de la sociedad. "El rubor no existe en soledad. No puedes recordar algo y ruborizarte a solas. Puedes ruborizarte, pero jamás te pondrás rojo. Evolutivamente, los seres humanos estamos hechos para vivir en sociedad", enfatiza.

¿Qué sucede con Internet? La tecnología permite todo tipo de acciones a distancia sin que sea necesario el cara a cara. "Este hecho nos desinhibe las emociones morales", sostiene Altuna.

La autora de Euskaldun fededun incide en que los estudios demuestran que en cualquier guerra resulta más fácil matar a distancia que hacerlo cara a cara. En el primero de los casos, según Altuna, no existe una sensación de culpa ni un reproche moral. Sin embargo, "cuando ves que estás matando a un semejante resulta mucho más difícil. Tienes que superar esa empatía instantánea que te produce. Te das cuenta de que tiene emociones", concluye.

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