Medidas de choque
El Gobierno impone el ahorro de carburantes por si empeora la crisis en el mundo árabe
Más que un plan de ahorro energético, el Gobierno aprobó ayer varias decisiones coyunturales para hacer frente a hipotéticas dificultades momentáneas en el suministro de combustibles provocadas por la crisis en los países árabes. Rubalcaba puso en escena un discurso preventivo y políticamente eficaz, como expresión de la rápida respuesta, esta vez sí, del Gobierno. No está en peligro el suministro de petróleo y de gas (las importaciones energéticas procedentes de Libia son fácilmente sustituibles, repite el ministro de Industria), vino a decir con razón el vicepresidente; pero, por si acaso, reduzcamos la velocidad máxima en carreteras y autopistas a 110 kilómetros por hora, abaratemos los trenes de cercanías un 5% para estimular el uso de transporte público y aumentemos la proporción de biodiésel del 5,8% al 7% en el gasóleo.
Asegura el Gobierno que la limitación de velocidad ahorrará entre un 12% y un 15% los depósitos de los automóviles. Es posible. Pero es muy probable que el abaratamiento de los billetes de cercanías no produzca el aumento deseado de viajeros; la rebaja es tímida. El vicepresidente anunció que la semana próxima se analizarán nuevas medidas de reducción del consumo, una vez que se hayan negociado con Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Y aquí es donde se demostrará la capacidad negociadora del Gobierno. Porque, uniendo la exigencia de consumir menos con la necesidad de garantizar una cierta calidad del aire de las ciudades, convertido en una nube tóxica gracias al uso masivo del coche para distancias cortas, sería de agradecer que se limitara el tráfico en el centro de las grandes ciudades. Esta medida debería tener carácter indefinido, a diferencia de las aprobadas limitación de velocidad y rebaja de los billetes de cercanías, que son de naturaleza transitoria.
Las decisiones energéticas de ayer no son irrisorias, ni mucho menos, pero no pueden negar, en tiempo y en alcance, su vocación coyuntural. Pero la economía española necesita un plan de ahorro energético radical, pensado para el medio y largo plazo, que supere las recomendaciones de los supuestos planes vigentes. Ningún plan que se respete puede prescindir de una política de precios, ni de una reordenación del transporte público que traslade una parte del movimiento por carretera al ferrocarril, por citar dos líneas de acción ineludibles.
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