Homenaje a la mejor moda española

Vestidos burbuja como los de Pedro Rodríguez. Casacas con bermudas en minipailletes como las de Pertegaz. Combinaciones de muselina y lana como las de Elio Berhanyer. Cinturas pinzadas como las de Balenciaga. Como en un túnel del tiempo, Juan Duyos sacó a desfilar ayer a los máximos representantes de la edad de oro de la costura española. La que proyectó a la España de finales de los sesenta y principios de los setenta como una gran potencia mundial del diseño que nunca acabó de ser.

"Me inspiré en mi infancia, por eso necesitaba encontrar a Jeanette para que le pusiera música", explicó el diseñador. La excantante de Pic-Nic se manifestó en la pasarela interpretando sus mayores éxitos (Frente a frente, Soy rebelde, Porque te vas) y brindó la anécdota del día. "Estaba en la peluquería y me llamó Duyos, quería que cantara en su desfile. Me encantó la idea, pero que quede claro que no es una reaparición, ¡yo no paro desde hace años!", departía la cantante en el ensayo, divertida con el revuelo que generó vestida con vaqueros y botas de veinteañera. ¡La encontré! Fantástica a los 64 años, con una increíble talla 34. Le pedí que mantuviera la frialdad de sus actuaciones de los setenta, pero es imposible: ¡es un torbellino!", confesó el madrileño.

Es ilustrativo que el mejor desfile del día sea tal concesión a la nostalgia

Es ilustrativo que el mejor desfile del día, y quién sabe si de la semana, sea semejante concesión a la nostalgia. Un extraño cóctel revisionista que, con todo, sorteó hábilmente los tópicos, centrándose en la reivindicación de este noble oficio de salón. Y de paso, haciendo patente la extraordinaria habilidad de Duyos para ensamblar imaginativamente colores, tejidos y volúmenes.

Horas antes, Jesús del Pozo había inaugurado la 53ª edición de la cita madrileña con sorprendente músculo. Abrigos años cuarenta y faldas de vuelo de espectaculares volúmenes que, pese a la suntuosidad de los tejidos, respiraban una insólita ligereza. Los colores, grafitos y verdes mortecinos, le otorgaron también un inesperado cool. El astracán, los ribetes dorados y los encajes, aunque abruptos cuando coincidían en la misma prenda, enriquecieron ingeniosamente la paleta. Tras algunas temporadas a la deriva y en una pasarela obsesionado con la juventud, el veterano diseñador madrileño demostró que todavía le quedan batallas que librar.

Roberto Verino y Modesto Lomba, sin embargo, nos devolvieron a la realidad del certamen. En el primero, todo era un batiburrillo esquizoide. Empezando por la primera fila (que mezcló a Esperanza Aguirre con Maria José Cantudo, Vinila von Bismarck o Susana Giménez, la Oprah Winfrey argentina). Y terminando con el mejunje de referencias chinas, japonesas y mongolas de su interminable colección. Nada consiguió camuflar lo insulso de su propuesta, que abrazaba "la belleza de las filosofías orientales" en convenientes colores Inditex y con la osadía de Come reza ama.

Correcto en la ejecución e inofensivo en todo lo demás, el desfile de Devota & Lomba destacó por los destellos en gris y fucsia flúor con que impregnó la mayoría de sus prendas. Viniendo del presidente de la Asociación de Creadores de Moda Española (ACME), quién sabe si se trataba de un homenaje a los colores corporativos de Cibeles.

Una pasarela que en esta edición repite presupuesto (tres millones de euros), de los cuales la Institución Ferial de Madrid (Ifema) aporta el 70%; los patrocinadores, un 25%, y los propios diseñadores, un 5% (4.000 euros por barba).

Cerraron la jornada el minimalismo realista, vendible y perfectamente anodino de Ángel Schlesser y el minimalismo hiperconservador de Lemoniez.