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Columna
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El sur

En la reunión nocturna, la conversación deriva hacia temas sugestivos debido a la calidad intelectual de los presentes. Nuestra amiga italiana, hablando de su país, utiliza expresiones como "Nosotros, los italianos, al menos los del norte..." o "En Italia, en concreto en el norte..." Percibo en su lenguaje cierta anomalía, de modo que pregunto por los contrastes culturales y económicos de Italia, donde un partido como la Liga Norte prospera a partir de esas diferencias. Y mi amiga responde que no comparte los principios de ese partido, aunque conoce a mucha gente en Venecia que lo apoya.

Hablamos entonces de la forma en que se forjó la unidad italiana, que fue en gran medida una operación militar. Liderada por el reino de Piamonte, y con la participación de las milicias de Garibaldi, el norte de Italia sojuzgó la decadente monarquía de los Borbones. También hoy el norte de Italia representa la vocación empresarial, los negocios, el esfuerzo, la eficacia. El sur, al contrario, representa la pereza, la desidia, la falta de iniciativa. Comentamos que en el Estado español se reitera ese imaginario: el norte se compone de gentes serias, laboriosas, que creen en el trabajo y el esfuerzo, mientras que el sur reúne las lacras propias del subdesarrollo o del desarrollo mal asimilado: dispersión, holgazanería, impuntualidad.

Pero comprobamos que en realidad no hablamos tanto de pueblos concretos como de arquetipos platónicos. Entre los países escandinavos son los daneses, los más sureños, los que tienen fama de alegres, desordenados, irresponsables y ruidosos, mientras que sus vecinos del norte mantienen una reputación de serios y estrictos. También en Alemania los bávaros cantan a coro y beben cerveza sin descanso, mientras que en el norte prevalece una cultura hacendosa y una moral estricta y luterana. En Estados Unidos hay un dramático abismo entre un norte próspero y dinámico, frente a un sur melancólico, pobre e inalterado, donde blancos y negros sestean bajo la luz de agosto, mientras suena a lo lejos una faulkneriana cigarra. El arquetipo es geográfico y esto supone una superposición de prejuicios encontrados: a los vascos nos corresponde en el sur de Europa la fama de serios, honestos y laboriosos, pero para esas gentes del norte que nada sepan de nosotros seguiremos siendo vagos y perezosos haraganes que rasguean una guitarra y viven en carromatos.

Sé muy poco de Marruecos, pero quizás alguien de Tánger también esté muy orgulloso de la gente de su tierra, por su vocación empresarial y su innata honradez... y a lo mejor también allí consideran a las gentes del sur, quién sabe, de Marrakesh o de Agadir, unos gandules. Sí, el arquetipo se repite desde la noche de los tiempos, y parece que lo hace, además, en todos los pueblos de la tierra. Y si tiene que ver con la latitud, resulta tan relativo que se vuelve risible.

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