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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El arte de sobrevivir

Berlusconi va sorteando sus problemas ante una oposición ruinosa y su caída de popularidad

Que Silvio Berlusconi consiga sortear unas elecciones anticipadas habla a las claras tanto de su control de los resortes del poder, por precario que sea, como de las manifiestas carencias del sistema político italiano. El último revés encajado por el primer ministro es la negativa del presidente de la República, ayer, a sancionar un decreto para incrementar los poderes fiscales de las regiones. Berlusconi lo hizo aprobar la víspera in extremis, saltándose el bloqueo del Parlamento, para complacer a su aliado clave en la coalición derechista gobernante, Umberto Bossi. El presidente de la Liga Norte, un partido autonomista y antiinmigración de sólida base regional, amenaza con las urnas si no se aprueba su proyecto de "federalismo fiscal", y es el único apoyo decisivo de Berlusconi tras su ruptura con su viejo aliado Gianfranco Fini.

A Berlusconi le falta el oxígeno político y le acosan estrechamente los jueces, no solo por sus supuestas relaciones sexuales con menores. El primer ministro ha tenido un respiro esta semana al rechazar el Parlamento la pretensión de los fiscales de Milán de registrar las oficinas del contable que supuestamente pagaba los cheques de las orgías. Pero la ajetreada vida privada de Il Cavaliere, pese a su visibilidad, no es el único motivo que le mantiene en el punto de mira de la justicia. La decisión del Tribunal Constitucional, el mes pasado, de desmontar parcialmente la ley a medida que le aseguraba la inmunidad automática mientras permaneciera en el cargo, ha reactivado una serie de procesos contra Berlusconi por corrupción y evasión fiscal. El primero de ellos debería reanudarse este mes.

Mas allá de su demostrada capacidad de supervivencia, hay otros factores que contribuyen a explicar el fenómeno Berlusconi. Uno es la escasa repercusión que los presuntos desmanes del líder italiano tienen en la intención de voto de sus conciudadanos. La popularidad del primer ministro decrece, pero esa desaprobación personal no se traslada a las urnas. El otro elemento determinante, en conexión directa con el anterior, es el estado ruinoso de la oposición. El desencanto no refuerza a los adversarios de Berlusconi simplemente porque la mayoría de los italianos no cree en una heterogénea amalgama de centro y centro-izquierda que engloba posfascistas y marxistas. Una mezcla de dirigentes sin carisma, percibida como ficticia y débil, y en la que tampoco faltan las corruptelas.

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