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Columna
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Bocazas

Ignoro hasta qué punto la novela negra puede proporcionarnos una idea cabal de cuáles son los modelos de comportamiento de las distintas sociedades, pero a raíz de la invasión escandinava de nuestras librerías se ha producido un curioso sentimiento de desencanto. Lectores y lectoras mediterráneos comentan con decepción que, vistos los espantos que relatan desde Suecia y Noruega, vamos a tener que revisar la admiración que nos despertaban grupos humanos que presumíamos más desarrollados e igualitarios. Porque hemos descubierto con un cierto candor que en Oslo también hay policías y periodistas corruptos, en Copenhague brutales violadores y fiscales negligentes, en Malmö psiquiatras y jueces misóginos.

Sin embargo, creo que la diferencia sustancial estriba en cómo unos y otros encaran y combaten el Mal. No hay más que recordar el desarrollo de las tramas de la trilogía Millenium (por mencionar una obra que todo el mundo parece conocer) para detectar dos componentes que suelen brillar por su ausencia en las historias sureñas: la autocrítica y el alto nivel de las reflexiones éticas sobre prácticas profesionales (periodistas, policías, judiciales... y hasta crackers).

Dicho todo esto quisiera añadir algo sobre los bocazas, que es a lo que veníamos hoy. Normalmente se trata de gentes de verbo fácil y grosero, con un alto componente machista. Pero más que el estilo o el vocabulario empleado, lo que suele diferir en una y otra latitud son las consecuencias de cada deposición oral. Por ejemplo, en la cadena británica de televisión Sky, dos locutores han sido despedidos por realizar desafortunados comentarios en contra de la presencia de una mujer como juez de línea en un partido de la Premier League. Y además parece que no era la primera vez que sus boquitas de piñón escupían algunas de estas "bromas de chicos" (como ellos mismos las han calificado), incluyendo alguna que otra bajada de bragueta.

Pues bien, miles de kilómetros al sur y más o menos al mismo tiempo, el director general de la RTVV José López Jaraba, pregonaba (por supuesto, en castellano) sobre el esfuerzo de los hombres de Benissanó, apostillando "ah, y también las mujeres, no sea que se nos enfade la Pajín". No fue la única perla, que también repartió contra los que "nos quieren quitar el agua" y contra los "imbéciles" que se oponen a los bous al carrer. Y aquí no ha pasado nada. Claro que si no pasó durante los años en que todo el mundo reconocía en el antiguo secretario general inequívocas trazas de acosador...

En fin, espero haber sabido explicarme bien, porque lo que quería destacar es que probablemente las flaquezas de la condición humana son muy similares tanto a pie de fiordo como junto a la Albufera. Lo que marca el listón moral colectivo son las diferentes maneras que tiene cada pueblo de reaccionar. Y su capacidad para cuestionarse si los modelos hegemónicos son los más justos y convenientes. En esto, sin duda, entre Londres (o Estocolmo) y Burjassot, media todavía un buen trecho.

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