Recién salidos de la comuna
Con Hola A Todo El Mundo nos hemos habituado hasta al nombre, y ahora solo nos falta digerir ese acrónimo horroroso, HATEM, que hace fortuna en estos tiempos de lenguaje jibarizado. El pintoresco quinteto volvió a demostrar anoche, en una Rock Kitchen casi repleta, que figura entre lo mejor que le ha sucedido a esta ciudad en años. Hippies hasta el umbral de la autoparodia, ellas y ellos se personaron con cintas en el pelo, melenas impracticables, ornamentación floral para los micrófonos y capas de superhéroes, dispuestos a actualizar las enseñanzas del Verano del Amor en plena tiritona invernal. "En esta sala cantaron Los Brincos y Karina", presumió Ari, el cantante, que está perfeccionando su parecido con el George Harrison de All things must pass. El bajista ha ido más deprisa en el proceso de mímesis y ya constituye el cruce perfecto entre el Jesucristo Superstar de Camilo Sesto y aquel Mike Oldfield pipiolo que grabó Ommadawn.
Más allá de las afinidades fisonómicas importan las canciones. Y algunas son tan buenas que cuesta trabajo creerlo. Si Making your mum your best friend o A moment between these two tuvieran remite canadiense en lugar de malasañero, la banda podría llamarse Hello Arcade y el mundo practicaría una genuflexión. La integración de damas y caballeros o el protagonismo de instrumentos más o menos bucólicos -violín, banjo, flautines- también pueden remitir a formaciones británicas monumentales, como Fairport Convention o Incredible String Band. Referencias muy nobles, demonios, para lo que se estila en el patio nacional.
Antes habíamos escuchado el rock vaquero en castellano de Tulsa, sexteto de Miren Iza: guitarras melancólicas para un discurso inteligente, pero reiterativo. A estos melenudos recién salidos de la comuna les asiste, en cambio, la magia de lo inesperado.