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Columna
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Cómo en-cajar a los excluidos

Xavier Vidal-Folch

Si para reflotar las cajas, estas deben convertirse en bancos porque no hay mejor manera de recapitalizarlas (la hay, eso sí, en Noruega), se habrán salvado las entidades. Ya es bastante. Pero...

Pero si al final de la película dejan de ser cajas, alguien deberá realizar aquellas de sus funciones que los bancos no cubrirán. Lo advertía la Comisión Europea el siglo pasado: "Si el valor económico y social producido por este tipo de instituciones financieras no puede mantenerse rentable en unos mercados desregulados y competitivos, entonces las autoridades políticas se enfrentan a un serio dilema: la cuestión es cómo mantener los outputs económicos y sociales" de estas (The single market review, subserie II, vol. 4, 1997).

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La cuestión es cómo recuperar los dividendos sociales, que ahora amenazan con perderse. Pues la tarea de los bancos, viejos, nuevos o pluscuamperfectos es otra: maximizar el beneficio privado.

Al hablar de dividendo social, lo primero que a uno se le ocurre es la obra social de las cajas, antes benéfico-social, antes benéfica a secas, en la que invierten unos 2.000 millones de euros anuales. O sea, la cuarta parte de sus resultados netos; el resto suele ir a fortificar las reservas.

Pues no es así. La obra social es solo el chocolate del loro del impacto social del subsector ahorro. Este incluye además la competencia introducida por las cajas, que ha supuesto un ahorro de los precios soportados por los usuarios de servicios financieros; una mayor eficiencia que repercutía en menores costes de los productos ofertados; la asunción de la carga financiera de los sucesivos planes de vivienda; la derivada de la concesión de créditos blandos a las pymes y la agricultura... Y sobre todo, la reducción de la exclusión social financiera.

El conjunto de estos beneficios multiplica por siete el monto de la obra social. Alcanzó los 96.480 millones de euros en el decenio 1992-2002, según el ex director general de Funcas, Victorio Valle (El dividendo social de las cajas de ahorro españolas, Papeles de Economía, 100, 2004).

"Las cajas contribuyen a evitar la exclusión social", concluyen Berges, Ontiveros y Valero en la obra colectiva Pasado, presente y futuro de las Cajas de Ahorro, (Aranzadi, 2009). ¿Cómo? Mediante una amplia red de oficinas en plazas pequeñas (menos rentables) y el acceso fácil de familias menos prósperas a los productos y servicios financieros.

¿Quiénes eran los candidatos a excluidos? Los atrapados entre estos parámetros: esa mitad de ciudadanos que no accede a Internet; ese 47% de hogares que no dispone de tarjeta de crédito; ese 30% de quienes, accediendo a la Red, no la usan para realizar transacciones digitales con tarjeta; ese millón y medio de vecinos de los 4.862 pueblos de menos de 1.000 habitantes. Esos millones de libretistas que totalizan un quinto del saldo de las cajas: los de la cartilla de ahorro.

Cómo reencajar a esos desencajados, de nuevo excluidos. Esta es la cuestión.

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