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Columna
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ETA en epílogo

Comparto desde luego la sensación de insuficiencia que ha provocado el último comunicado de ETA, y que desde diferentes ámbitos se ha analizado con acierto. Y, sin embargo, creo que no hay que dejar de ver la novedad que ese comunicado contiene, la presencia de palabras tan "exóticas" para la retórica de la banda terrorista como general o verificable o permanente. En ese sentido, entiendo que este comunicado indica que ETA está ya en el epílogo de su existencia, que hemos entrado ya en un proceso, cuya duración no podemos aún determinar, pero que es, en cualquier caso e irreversiblemente, el de un desenlace.

Pero este comunicado presenta también otra importante novedad: la que tiene que ver con el efecto que ha tenido en la opinión pública vasca, y que no ha sido ni mucho menos el de un impacto. Todavía no hace tanto, la sonoridad de los comunicados de la banda terrorista era alta, estruendosa, con capacidad para convulsionar el clima o el ánimo social del momento. La de este último, no. No diré que ha sido recibido por la ciudadanía vasca con desinterés, pero sí que su repercusión, su volumen han sido bajos, insuficientes para superponerse al trajín cotidiano, a los sonidos puntuales de nuestra sociedad. Lo he percibido así y como un signo más de que la fecha de caducidad de ETA ha sido socialmente traspasada. O, si se prefiere, como un signo de que lo que para la banda terrorista es ya un epílogo, para la sociedad vasca es ya un prólogo, es ya el prefacio de una vida sin la losa del terror, dotada, por fin, de verdadera soltura para la imaginación, la expresión, la creatividad, la circulación de los deseos y las ideas.

La sociedad vasca está harta de terrorismo, de haber consumido el siglo XX entre una guerra, una dictadura y luego otra. De las ruinas, impedimentos, retrasos que todo eso ha supuesto. Quiere, queremos, disfrutar de una vez de la grandeza, la tranquilidad, la seriedad de la libertad; de las oportunidades de la libertad para aplicarlas a las verdaderas necesidades y preocupaciones (que no son pocas) del presente, y, además, gozar también de lo que este país de "gravedades" no ha podido permitirse jamás: de la ligereza de la libertad, de la felicidad de la libertad que es tanta que (se) consiente todos los tonos, incluso los más efervescentes del humor. Que la sociedad vasca está ya en eso, en ese anhelo definitivo, salta a la vista, y ETA debería verlo de una vez.

Y también la izquierda abertzale debería verlo de una vez y además en entero, o no en fragmentos, no reservando aún un fragmento de sombra para la caducada retórica de la ambigüedad, a la que, sin embargo, siguen recurriendo sus portavoces incluso en sus declaraciones más recientes. Batasuna debería verlo y decirlo entero y claro sin recurrir ya a la tediosa táctica de lo uno y lo otro, o del hablar con trenzados de silencio, o de tratar de mantenerse en equilibrio con un pie en el epílogo y otro en el prólogo.

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