Una nueva Edad Media
Tomo el título de esta columnita de una colección breve de escritos, allá por mil novecientos setenta y pocos, en la que Umberto Eco, junto con otros autores, se distraían augurando una nueva Edad Media a cuenta del movimiento motero en las autopistas de Estados Unidos y de la alegría hippie hacia una vuelta a la naturaleza. Se trataba, si no recuerdo mal, de vincular resistencia blanda con dispersión de valores. Nada de todo aquello se sustanció en algo de importancia, al menos como contestación de cierta envergadura al sistema que lo produjo, así que esa clase de voluntad de resistencia concluye ahora con la jubilación de los iracundos del 68 en sus puestos de máxima responsabilidad, bancaria o política, que viene a ser lo mismo. Todo el mundo tiene un pasado, pero también el presente en que se ha instalado, ese presente por lo general conformado que tanto engorro produce a la hora de avistar en el horizonte vital el necesario ajuste de cuentas.
La dificultad estriba en determinar sin fisuras con qué demonios es oportuno ajustar cuentas, si con uno mismo o con la multitud de excusas que pueden aducirse a favor de una conducta errada y, muy probablemente, traicionera, y, en ocasiones embelesada con lo hecho y sus resultados y consecuencias. En estas fiestas recién pasadas y tan cargadas de fantasías, me ha dado por rumiar si la expresión "todo pasa en esta vida" significa que todo ocurre aquí, que aquí pasa de todo, o a la capacidad de olvido. Misterios de las frases hechas.
En otras palabras, las Pirámides fueron construidas por un montón de esclavos, muchos de los cuales murieron en el intento, pero ahí están. Muchos siglos después, se construye el terrible parque de atracciones Terra Mítica, según parece con la intervención de un montón de inmigrantes (algunos de ellos originarios tal vez de Egipto) sin más derecho que poder currar allí para mal alimentarse. Lo mismo en la ciudad de las ciencias y aledaños, una obra faraónica que no sirve absolutamente para nada distinto que como paisaje para hacerse allí la foto de bodas y comuniones. Al menos las catedrales de la Edad Media servían para algo más que para mostrar el poderío urbano de la Iglesia, y desde entonces ya casi nada ha servido para poco más que convertirse en escenario ocasional de pasarelas de moda muy frecuentadas por los telediarios.
¿Un circuito de Fórmula 1 en el puerto de Valencia, una Ciudad de las Ciencias donde no se ofrece ni ciudad ni ciencia, un Ágora de coste millonario con la que nadie sabe qué hacer? Excelente todo ello, grandes proyectos fracasados porque no son de utilidad pública y porque suplantan las necesidades de todo tipo de esta pobre ciudad, que todavía tiene como referente auténtico el Miguelete, las Torres de Serranos, las de Quart, las Fallas y el tumultuoso traslado primaveral de la Geperudeta.
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