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Lissavetzky se pone en forma

El candidato socialista al Ayuntamiento de Madrid multiplica sus apariciones y se lanza de lleno a la carrera electoral

Jesús Sérvulo González

"A ver si pone usted un reloj en el paseo de Yeserías. A los que paseamos por aquí nos vendrá bien para ver la hora", le dice una señora de unos 50 años y cargada con dos bolsas de la compra a Jaime Lissavetzky. Es miércoles por la mañana y el candidato socialista al Ayuntamiento de Madrid está a las puertas de la sede de la policía municipal, en Arganzuela. El candidato atiende a la mujer con educación y se interesa por su problema. Y por todos los que le plantea la resuelta señora al ver que, por un día, sus reivindicaciones son escuchadas.

La escena es frecuente entre los políticos, pero Lissavetzky se queda sorprendido porque apenas ha comenzado la carrera electoral y ya lo identifican como el rival del actual alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón (PP). El aspirante socialista a la alcaldía de Madrid ha comenzado el año con una apretada agenda. Tiene que ponerse en forma porque le quedan 132 días para las elecciones municipales. Por eso ha comenzado a desplegar una hiperactividad que le ha llevado a reunirse con representantes de los bomberos, Samur Social, Policía Municipal y ha visitado alguna agrupación.

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El secretario de Estado para el Deporte se ha metido de lleno en la campaña electoral. Ha elevado su presencia pública y ha lanzado opiniones sobre los últimos problemas que afectan a la ciudad: los altos niveles de contaminación y su afección sobre la salud, la suspensión de la concesión del bus turístico y el expediente que Botella ha abierto a la organización del Orgullo Gay por el ruido de la celebración. La puesta en escena de Lissavetzky ha sido antes de lo previsto. "Es el momento político más oportuno", justifica uno de sus más estrechos colaboradores.

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La idea inicial era que el aspirante socialista desembarcara en Madrid a partir de febrero. Antes de regresar a la política madrileña, el secretario de Estado tenía que trabajar para la candidatura ibérica para el Mundial de 2018. Finalmente España no logró la organización del campeonato de fútbol. Además, a Lissavetzky aún le quedaban algunos asuntos pendientes en el ámbito del deporte, del que aún es responsable, entre ellos el caso de supuesto dopaje de Alberto Contador o la investigación de la Operación Galgo.

La estrategia ahora pasa por darse a conocer como candidato. "Afianzar la idea de que ya está con la cabeza puesta en Madrid, para quedarse. Que dejen de relacionarlo con el deporte y lo hagan en clave madrileña", añaden fuentes de su candidatura. Desde que fue designado candidato, el pasado octubre, un voluminoso dosier con recortes de prensa y datos estadísticos sobre la ciudad ocupa un lugar privilegiado en su despacho. El informe le resulta familiar. Lissavetzky es un viejo conocido de la política madrileña. Fue consejero de Educación de los Gobiernos de Joaquín Leguina y bajo su mandato se construyeron, entre otros, la Universidad Carlos III, La Peineta y el teatro de la Abadía.

Pero ahora el reto es recuperar la ciudad para los socialistas. Para ello, Lissavetzky ha confeccionado un equipo electoral del que forman parte la senadora Ruth Porta; el ex diputado regional Miguel Ángel Sacaluga; los concejales David Lucas y Óscar Iglesias; Carlos Carnero y Diego Cruz, miembro de la ejecutiva regional del PSM y mano derecha de Tomás Gómez para la ciudad de Madrid. Algunos de ellos formaron parte de la oposición al secretario general del ex alcalde de Parla durante las primarias socialistas, por lo que ha creado cierto recelo en el seno del PSM. Temen que la candidatura de Lissavetzky se convierta en un reducto que recoja a los descontentos con Gómez. Pero desde la candidatura del secretario de Estado lo desmienten.

Los socialistas han dividido su estrategia en tres fases. Una primera de conocimiento y afianzamiento del candidato, que se prolongará hasta mediados de febrero. "Se trata de que identifiquen a Jaime como el candidato socialista". El aspirante intensificará su presencia pública, pretende reunirse con representantes de todos los servicios municipales. La próxima semana tiene previsto hacerlo con la EMT y asociaciones vecinales. En este periodo también dará a conocer a su número dos. Lissavetzky ya ha anunciado que será una mujer, pero aún no ha decidido el nombre de la que será su mano derecha. Durante las próximas semanas también debe confeccionar la lista electoral, que estará supervisada por la dirección del PSM y del federal. El secretario de Estado tratará de colocar al mayor número de personas de su confianza en la lista. Para ello debe evitar las injerencias del PSM que querrá controlar el proceso.

A partir de febrero comenzará la fase propositiva. Durante este periodo comenzará a presentar algunos de los proyectos que incluirá en su programa electoral. Lo compaginará con una fuerte campaña en los medios, antes de comenzar la campaña electoral propiamente dicha. Durante la campaña tendrá que ir de la mano del secretario general del PSM, Tomás Gómez, con el que las relaciones no han sido siempre buenas.

Las primarias socialistas que enfrentaron a Gómez con la ministra Trinidad Jiménez reabrieron las profundas heridas del Partido Socialista de Madrid (PSM). Lissavetzky se alineó públicamente con la ministra. Esta decisión le distanció de Gómez. Durante las últimas semanas han recuperado una relación, que sigue sin ser fluida. "No hay ningún problema entre ellos. Hay respeto entre ambos", indica un miembro de la oficina electoral del aspirante al Ayuntamiento. Respeto, pero no afinidad. Las semanas posteriores a las primarias apenas hubo comunicación entre Gómez y Lissavetzky. El secretario general lo excluyó del comité electoral del partido. A pesar de ello, mantienen reuniones periódicas. "Ambos saben que se necesitan", apunta un veterano dirigente socialista.

Uno de los posibles puntos de fricción será el papel que adopte Gómez durante la campaña autonómica. La estrategia del secretario general es situarse como el referente de la izquierda dentro del PSOE. "Algo así como el nuevo guerrismo. La idea es plantear batalla ideológica a Aguirre, frente al liberalismo radical del PP madrileño, la socialdemocracia más profunda del PSM", apostilla un diputado regional. Para ello, Gómez critica de soslayo cada vez que puede las medidas liberales que ha adoptado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Aboga por una salida de la crisis distinta de la que marcan los mercados. Esta estrategia le funcionó durante las primarias y sigue abonándola. El problema es que Lissavetzky no tolera ataques contra Zapatero. La semana pasada, en una entrevista en Onda Cero, aseguró que es "impresentable y poco leal", distanciarse del presidente como estrategia para unas elecciones. El mensaje era claro. Ahora Lissavetzky se pone en forma para reconquistar Madrid para los socialistas.

Lissavetzky, en el Consejo Superior de Deportes.
Lissavetzky, en el Consejo Superior de Deportes.GORKA LEJARCEGI

Recoger el desgaste de Gallardón

Lissavetzky confía en una encuesta. El candidato considera que la gestión del actual alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, está repleta de errores. Cree que su imagen se ha desgastado. Los problemas en los principales servicios de la ciudad provocados por la angustia financiera que genera la abultada deuda no pasan desapercibidos para los ciudadanos. Tampoco lo hacen los encontronazos entre el alcalde y la presidenta regional, Esperanza Aguirre. Es lo que creen los socialistas, y para justificarlo esgrimen una encuesta, encargada por la Cámara de Comercio, en la que Gallardón registra la valoración más baja de los últimos años. Aún así consigue un aprobado raspado. "Gallardón tiene más desgaste que hay que hacer aflorar", sostiene un estrecho colaborador de Lissavetzky.

El candidato socialista mantiene una buena relación con su oponente político. Ambos colaboraron durante la aventura olímpica de Madrid. Ahora deben enfrentarse en las municipales. Por eso, se espera que la campaña no sea de trazo grueso. La estrategia de la campaña socialista se resume en las declaraciones que Lissavetzky, en su primera reunión con representantes de los servicios municipales, realizó el pasado lunes, tras visitar la sede de los bomberos. Allí acusó al alcalde de "prepotencia y de falta de cercanía".

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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