Fallece apuñalado un joven en una discoteca de Madrid
Los encargados del local sacaron a la víctima a la calle tras la agresión
El New Chacal, una discoteca situada en la zona de bares del centro de Parla, un municipio al sur de Madrid, abre hasta el amanecer. Allí acuden los que se resisten a dar por acabada la noche. Mariano Antonio Camps, conocido como El Panita por su manía de llamar a todo el mundo así ("qué pasa pana", "vamos a dar una vuelta, pana"), era un cliente habitual. La madrugada del sábado salió de allí con una puñalada en el costado. Los testigos narran que el joven recibió una cuchillada cuando estaba apoyado en la barra. El agresor se dio a la fuga. Los encargados del local lo sacaron, mortalmente herido, a la puerta. "Lo dejaron allí tirado como un perro", cuenta una chica que lo atendió en esos momentos. Murió desangrado en la acera.
"Lo dejaron allí tirado como un perro", dice una testigo
La víctima, de 25 años y nacionalidad dominicana, llevaba los últimos cuatro viviendo en España. Sus amigos y familiares no imaginan quién podría querer acabar con su vida. El Grupo VI de Homicidios de la Policía Nacional está investigando el asesinato. A última hora de ayer no había llevado a cabo ninguna detención.
Una de las hermanas de Camps, Angelina, trabajó unos meses en el New Chacal. "El encargado sabía de sobra que era mi hermano. No perdono que lo hayan sacado de esa manera para dejarlo morir en la calle", contaba ayer en su casa. Angelina llamó a su madre, que lleva unos días de vacaciones en Holanda. "Le he dicho que Mariano está grave. Que viniese lo más rápido posible. No me he atrevido a decirle que estaba muerto", añadía. Un representante del cónsul general de República Dominicana se interesó por los trámites que tiene que hacer la familia para repatriar el cadáver.
La vida de Camps en España no había sido fácil. Hace un año sufrió un accidente de tráfico en el que murió su novia española. El joven se rompió un brazo y varias costillas, y sufrió una lesión en la espina dorsal que hizo creer a los médicos que nunca volvería andar. Pese a recuperarse meses después, se encontraba sin empleo. Frecuentaba mucho los locales nocturnos de la ciudad, pero hacía tiempo que había dejado el alcohol. Nadie es capaz de dar un nombre de alguien que quisiera matarlo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.