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Columna
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La noche se mueve

Parece que Rodríguez Zapatero no logró conciliar el sueño una noche de mayo del año recién pasado debido a que el día siguiente tenía que exponer en el Congreso sus graves medidas de recortes sociales y similares. En la sesión obtuvo el aplauso conmiserativo de los suyos y la complacencia muda de los otros. Feo asunto. Porque conviene al elegido en la urnas para decidir nuestros destinos ser astuto como una serpiente y fiero como un león. Esa pequeña muestra de debilidad humaniza ante los ojos de la gente común a alguien que debe estar precisamente fuera de lo común, así que hay en ese rasgo propio del hombre de la calle una cierta transgresión en la que es más lo que se pierde que lo que se gana. Cabe añadir que es cosa de poca monta al lado del cabreo que ha cogido Álvarez Cascos cuando su partido ha resuelto prescindir de su inquietante apostura para encabezar la lista electoral por Asturias, patria querida, y su respuesta ha sido todo lo maleducada que podía esperarse, enviar a todos a paseo en nombre de la recuperación de no se sabe bien qué dignidad perdida.

Aunque la verdad es que de lo que quería hablar es del tabaco y la prohibición de fumar en según qué sitios y condiciones, una medida de la que los más beneficiados serán los empleados de hostelería, un colectivo que, como todo el mundo sabe, jamás ha fumado un cigarrillo. Menos mal que hay alguien que se ocupa más de su salud que de sus condiciones de trabajo. Es cierto que si usted consume dos paquetes de cigarrillos diarios lo más probable es que termine con graves problemas de salud, pero algo parecido puede ocurrirle si se toma dos cajas de aspirinas al día. Lo que puede ocurrirle con la aspirina, si lee correctamente el prospecto que la acompaña, es tan terrorífico que lo del tabaco viene a quedar en nada. Y hablo de medicamentos que no requieren de receta médica, como el paracetamol, por ejemplo, que si se pasa de tomar tres gramos al día puede terminar con el hígado más averiado que los patos destinados al sacrificio del foie-gras, y lo mismo con el extendido iboprufeno, bueno para el dolor pero temible para el estómago. Y eso por no hablar de los fármacos que sólo se expenden mediante receta.

Nada diré ahora sobre el alcohol y otros productos potencialmente dañinos que están al alcance de casi todo el mundo, salvo que esta es la hora en la que todavía no he visto impreso en una etiqueta de los alcoholes destilados algo parecido a esa monserga que dice "en caso de intoxicación accidental, acuda a su médico", etc, una fórmula en la que se ve que las intoxicaciones no accidentales o no deben ser tenidas en cuenta o se supone que todas lo son. Pues claro que no hay duda de que el tabaco daña seriamente la salud a largo plazo, pero no más que algunos productos de supermercado.

Y si Rajoy deja sin fumar como si nada de uno de sus amiguitos del alma, veremos qué hace con el todavía honorable Francisco Camps.

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