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Columna
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Unos buenos y otros manifiestamente mejorables

Francesc Valls

Los anhelos de cambio en Cataluña son de tal magnitud que el estado de pecado consustancial al tripartito ha dejado paso al de gracia permanente para el nuevo Gobierno de Artur Mas. Lógicamente, el nuevo Ejecutivo tiene derecho a los 100 días de rigor para ver por dónde respira, pero víctimas del día a día, es inevitable no hacer un somero examen de conciencia y establecer odiosas comparaciones.

Uno de los rasgos del nuevo periodo es el retorno del presidencialismo, aparcado en los años en que ha estado al frente de la Generalitat José Montilla, quien debe sentir sana envidia del diseño de Mas. Presidencia vuelve a asumir lo que el tripartito había centrifugado hacia otras consejerías: retornan a la casa del padre el poder de decisión sobre los medios de comunicación públicos, las relaciones exteriores, la voz única del Gobierno y la supervisión de todas las subvenciones y las contrataciones. Por la vía de la redistribución competencial, Mas tendrá el poder que su mentor y predecesor Jordi Pujol tenía y ejercía de facto, sin apenas dejar margen de maniobra para los teóricos titulares de la cartera en cuestión. En el año 2001, el profesor Jordi Matas entrevistó a 48 de los 55 consejeros que habían formado parte de los Gobiernos de Pujol y uno de cada tres consideraba excesivo el protagonismo del presidente en su propio departamento.

El Gobierno, con la supresión de Medio Ambiente, va al revés de Europa; Interior, en cambio, es reacio, como muchos en la UE, a las cámaras en comisarías

Otras cosas también parecen volver: ahí está la presidencia de las comisiones de traspasos, bilateral y asuntos económicos y fiscales para el líder democristiano Josep Antoni Duran Lleida. Durante el pujolismo ocupó este puesto Miquel Roca. Ni Duran ni Roca cuentan o contaron con cargos en el Gobierno catalán, aunque los dos eran o son hombres fuertes de CiU en el Congreso de los Diputados. Ser jefe de filas de CiU en Madrid es importante, pues supone la canalización del peix al cove, con beneficios de caja -política, claro- para la federación nacionalista y para el Gobierno. Vuelve la confusión de ventanillas, al igual que sucedió con los Gobiernos de Pujol, que no se caracterizó precisamente por su sutileza a la hora de marcar límites entre el partido y el Gobierno. La pasión por la brocha gorda se impone sobre el gusto por el matiz.

Donde sí cambian las cosas respecto al pujolismo es en Medio Ambiente. Al contrario que Pujol, Mas ha troceado la cartera en dos departamentos -Política Territorial y Agricultura- lo que inquieta a las organizaciones ecologistas. El 90% de los países de Europa tienen ministerio específico y no sería bueno que un Gobierno transversal y de centro derecha acabara en el desarrollismo y haciendo propia la consigna leninista de "electrificación y soviets". Y si en Medio Ambiente vamos al revés de Europa, en Interior vamos a ponernos a la hora de Europa o por lo menos de España. El consejero Felip Puig va a "revisar la utilidad" de las cámaras en las comisarías de los Mossos. Ni la Guardia Civil ni el Cuerpo Nacional de Policía cuentan con estos instrumentos en sus dependencias. Sí lo tiene la Ertzaintza y fue, por cierto, el Partido Nacionalista Vasco el que tomó la decisión. Puig deberá ver la utilidad y, sobre todo, a quién pretendemos parecernos.

Del programa electoral de CiU -corto en promesas por realista, aseguran- se mantiene la supresión del impuesto de sucesiones y, en cambio, cae la creación de un departamento específico de Universidades. Los rectores que se sublevaron contra el republicano Josep Huguet y la secretaría de Universidades ahora ya no consideran necesario tener departamento propio.

Ahora todo ha cambiado. Un gran activo del nuevo Ejecutivo es, sin duda, la transversalidad. El fichaje de oro es Ferran Mascarell, un ex socialista con carnet, al que las calabazas y la indecisión de la dirección llevaron a la otra orilla, a un Gobierno de CiU. La actuación de Mas ha sido inteligente. Mascarell es en Cataluña, probablemente, quien más conoce el funcionamiento de las industrias culturales. Al otro lado de esta inmensa transversalidad se encuentra Pilar Fernández Bozal, consejera de Justicia. En su anterior actividad como abogada del Estado, recurrió concienzudamente contra el referéndum independentista de Arenys de Munt. También, aunque es menos conocida esta faceta, Fernández Bozal mantuvo una notoria falta de voluntad de coordinación con las Administraciones para abordar conjuntamente el caso Palau. Hay, pues, consejeros muy buenos, otros buenos y otros manifiestamente mejorables. Hay promesas programáticas de obligado cumplimiento y otras de prescindible ejecución. Y solo llevamos cinco días de nuevo Gobierno. Veremos qué sucede en los 95 siguientes.

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