Uno a cero
La incorporación de Ferran Mascarell, un socialista que fue consejero de Cultura con el presidente Pasqual Maragall, a la misma cartera en el primer Gobierno de Artur Mas se inscribe en la línea iniciada por Jordi Pujol en 1980, cuando colocó en su Gobierno a Josep Laporte, Francesc Sanuy, Vicenç Oller y Max Cahner. Ninguno de ellos era entonces miembro de Convergència i Unió (CiU) y representaban sensibilidades próximas a otros partidos. Como ahora el de Mas, el primer Gobierno de Pujol estaba en minoría en el Parlament y necesitaba ampliar su espacio político a diestro y siniestro. La historia demuestra que la jugada le salió bien.
La oferta de Mas le ha venido que ni pintada a Mascarell, un político de valía que se hallaba metido en un callejón sin salida desde que el aparato local del PSC de Barcelona le rechazó como aspirante a sustituir a Jordi Hereu como candidato a la alcaldía de la capital de Cataluña. Con la dirección local en contra, la derrota de Mascarell en unas eventuales elecciones primarias en el PSC, con Hereu de rival, era previsible. La integración de Mascarell en un Gobierno de CiU será inevitablemente interpretada por el aparato socialista como la confirmación de que no era de fiar. Y, por tanto, una reafirmación de su apuesta por Hereu. Es comprensible que la lógica de Mascarell sea otra. Cuando era concejal en Barcelona, el aparato del PSC le vetó como sucesor de Joan Clos en la alcaldía. Tras ser consejero de Cultura con Maragall, el PSC le dejó fuera del Gobierno para satisfacer a ERC. Es de toda lógica que después de tres negativas de tamaña significación haya considerado finiquitada su carrera política en el PSC.
La apuesta de Artur Mas por Mascarell y Mas-Colell intenta repetir la apertura de Jordi Pujol en 1980 más allá de CiU
Lo más interesante de este episodio es, no obstante, que expresa una las cuestiones esenciales de la política catalana: la pugna entre CiU y PSC por la representación del espacio sociopolítico central de la sociedad. Ese espacio configurado por unas amplias clases medias cuyas basculaciones electorales marcan el tono político del país y en ocasiones también la orientación general. Una parte de ellas apoyó a Pasqual Maragall en 1999 y 2003 y con ello decidió el fin del ciclo pujolista en la Generalitat. Artur Mas intenta repetir en 2010 la jugada de Pujol en 1980 y la de Maragall en 1999: ampliar su oferta a sectores de ese espacio central con sensibilidades distintas de la del propio partido. Con Mascarell, Mas lanza un guiño a un segmento del catalanismo progresista. Al intentar la incorporación del presidente de Abertis, Salvador Alemany, un ejecutivo de La Caixa, pretendía mejorar su cobertura por el flanco derecho. Era demasiado, y ha tenido que conformarse con un economista de tanto prestigio profesional como escasa habilidad parlamentaria: Andreu Mas-Colell.
La incógnita radica ahora en si el PSC le dejará continuar el juego sin competir en este aspecto concreto, sin luchar para evitar la repetición de un periodo de predominio de CiU entre las clases medias tan aplastante como en la etapa de Pujol. La abstención de los diputados socialistas en la investidura de Mas como presidente de la Generalitat indica la voluntad de PSC de seguir ocupando su parte en ese espacio central. Pero este gesto no será suficiente. Hace falta algo más y, probablemente, sea demasiado pronto para saber qué. ¿Presentarse como alternativa en solitario, como hizo sin éxito desde 1980 hasta 1999? ¿Perseguir acuerdos de mayor calado con CiU para compartir con Artur Mas las responsabilidades propias de una situación de grave crisis económica y de serias amenazas para el desarrollo del modelo autonómico? ¿O acaso será mejor priorizar la recomposición del espacio político de la izquierda con ICV y ERC para forjar una alternativa conjunta en Cataluña, esta vez con un proyecto realmente compartido? ¿Es posible crear una fórmula, y un liderazgo, que permitan intentarlo todo a la vez, como sucedió con un personaje tan irrepetible como Maragall?
El sí de Mascarell es el primer éxito de Mas en la pugna por el control del eje del campo de juego. El partido solo acaba de comenzar. Dará muchas vueltas. De momento ya van uno a cero.
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