La lista definitiva
Hace ahora un año, poco después de que más de medio centenar de colaboradores de Babelia eligiera el mejor libro de 2009, un crítico sostuvo que, cuantas más personas participan en la elaboración de ese tipo de listas, menos fiable es el resultado. A algunos este dictamen les pareció menos propio de un crítico que de un perturbado con tendencia a creerse Napoleón, pero a mí me pareció muy sensato: al fin y al cabo, los colaboradores de Babelia habían elegido como mejor libro de 2009 mi libro Anatomía de un instante. Este año, en cambio, no puedo estar de acuerdo con el crítico, porque el libro elegido es Verano, un deslumbrante experimento autobiográfico que figura entre lo mejor de la obra de J. M. Coetzee. Aunque, ahora que lo pienso, tampoco habría estado muy de acuerdo con el crítico hace dos años, cuando el libro elegido fue Chesil Beach, de Ian McEwan, y mucho menos hace tres, cuando lo fue Vida y destino, de Vasili Grossman. Por lo demás, como no soy un gran lector de novedades me sorprende comprobar que he leído siete de los doce primeros libros de la lista. Raro sería que, para adecuarla a mis gustos, no tuviera que suprimir ninguno de ellos, y muy natural que quisiera añadir alguno; para no salir de la narrativa extranjera reciente: Nocturnos, de Kazuo Ishiguro; o Demasiada felicidad, de Alice Munro; o Correr, de Jean Echenoz.
¿Tienen algún sentido estas listas? ¿Tienen alguna utilidad? En apariencia, a menos que uno sea Georges Perec y convierta las listas en la matriz de su narrativa, quizá no demasiado. Pero hay muchas cosas que no tienen demasiado sentido ni demasiada utilidad y en cambio resultan apasionantes. A mí, sin ir más lejos, las listas me encantan; en realidad, me pasaría el día haciendo y leyendo listas: la lista de los diez mejores libros y las diez mejores películas del año, la lista de los diez mejores libros y las diez mejores películas de la década, la lista de los diez mejores libros y las diez mejores películas del siglo. A veces, de tanto hacer y leer listas, uno se lleva sorpresas. Hará cosa de un lustro, una revista colombiana realizó una encuesta entre un buen número de críticos y escritores de la que resultó una lista de las mejores novelas escritas en español en los últimos treinta años; entre ellas, en lugar destacado, figuraba una novela mía, cosa que me alegró mucho, hasta que descubrí que una de las novelas que más me han gustado en mi vida -La aventura de un fotógrafo en La Plata, de Bioy Casares- ni siquiera figuraba entre las cien primeras elegidas, lo que me obligó a tirar aquella lista a la papelera. El crítico tenía razón: para elaborar una lista, cuanta menos gente mejor; en realidad, la única lista perfecta es la que uno mismo elabora, sobre todo si uno mismo es Napoleón. No obstante, yo creo que, hechas las sumas y las restas, es una buena idea convocar cada año a un número amplio de profesionales de la lectura para que den su opinión sobre los libros que han leído y contribuyan así a desenterrar, de entre el alud de los publicados cada año, el libro que está esperando a cada lector y le ayuden de ese modo a confeccionar una lista propia, que es la lista definitiva. Pero no la única: después de todo, eso que suele llamarse canon también es una lista, una gran lista que es el resultado del combate que a lo largo de los siglos libran listas tan pequeñas, azarosas y felizmente arbitrarias como esta que hoy publica Babelia.
Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) ocupó el primer lugar en la lista del año pasado de Babelia con su libro Anatomía de un instante (Mondadori y Debolsillo), por el que ha obtenido este año el Premio Nacional de Narrativa . javiercercas.com
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