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El declive de los liberales europeos

Cameron se salva de la quema mientras crecen las dudas sobre el nuevo líder laborista

A David Cameron le van las cosas mejor que a Nick Clegg: se ha ganado con rapidez el respeto de los medios como primer ministro. Aunque sus ratios entre los votantes son mediocres (un 48% está satisfecho con él y un 44%, insatisfecho) quizás no sea tan mala nota para un primer ministro que ha anunciado el despido de medio millón de trabajadores públicos, casi triplicado las matrículas universitarias y pegado un tijeretazo brutal a las ayudas sociales.

Entre los votantes conservadores el nivel de satisfechos con Cameron se dispara al 91%, pero, paradójicamente, muchos analistas siguen creyendo que el mayor enemigo del primer ministro está en casa: muchos diputados están descontentos con su política contemporizadora con la Unión Europea y reniegan del centrismo de un Gobierno que opta por cerrar prisiones en lugar de construir nuevos centros penitenciarios, acuerda no mantener en campos de detención a los demandantes de asilo menores de edad, pospone la renovación del programa de disuasión nuclear y convoca un referéndum para reformar el sistema electoral, entre otras concesiones a los liberales-demócratas que el partido de Clegg no ha sabido explotar. O no ha querido hacerlo, precisamente para no crear tensiones en la coalición.

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Pero esta semana el primer ministro ha tenido que afrontar una acusación común también a sus antecesores y, en especial, a su predecesor el laborista Gordon Brown: la tendencia a desaparecer en los momentos delicados. A Cameron casi no se le ha visto el pelo desde que los estudiantes empezaron a tomar las calles, forzando a Clegg a dar la cara por el Gobierno.

Los laboristas parecen también satisfechos con los sondeos después del estrepitoso fracaso en las elecciones del pasado mayo. Pero sigue habiendo muchas dudas sobre la solidez de su nuevo líder, Ed Miliband, que le ganó la carrera al favorito, su hermano David. Solo un 35% de los votantes está satisfecho con su trabajo como líder de la oposición, frente a un 34% que están insatisfechos: un raquítico punto positivo, la peor nota de un líder laborista a los tres meses de ser elegido.

De entre los líderes de los tres grandes partidos, Ed Miliband es el que peor parado sale cuando el sondeo de Ipsos MORI pregunta quién de ellos es más capaz como líder, bueno en una crisis, más honesto que la mayoría de los políticos o entiende los problemas que afronta Reino Unido. Queda segundo, por los pelos, en la pregunta de cuál de ellos es más inexperto y solo queda el mejor clasificado cuando se pregunta cuál de ellos entiende mejor a la gente corriente.

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