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Columna
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'Retroprogres'

Rosa Montero

Hay cierto tipo de personas que antes de que abran la boca tú ya sabes que van a decir que odian las Navidades. Es verdad que estas fechas son difíciles: la obligatoriedad de ser feliz y el énfasis en lo familiar tienden a magnificar el sufrimiento. Por un lado, se incrementa la añoranza de los que ya no están; por otro, los que sí que están pueden ser un fastidio, como esos familiares a los que durante el año nunca ves, porque no los soportas, y cuya agresividad ahora tienes que aguantar en largos banquetes. O sea, que es normal que estas fiestas te agobien.

Pero el rechazo de algunos es tan total, tan tópico, que suena a simple pose. ¿De verdad no sienten ni una chispita de ilusión pueril allá en el fondo? A estos individuos los he bautizado como los retroprogres. Si los llamo así es porque, desde posiciones supuestamente de izquierdas, a menudo reivindican valores conservadores. Por ejemplo: defienden la libertad de fumar (que en realidad es defender a los piratas de las tabacaleras). Aseguran que pegar un bofetón de cuando en cuando a un hijo es algo muy sano (no voy a entrar ahora en ese largo debate, pero pregunto: ¿todos entendemos lo mismo por un bofetón y por de cuando en cuando? ¿Quién pone los límites?). O niegan que los animales tengan derechos y miran con sabihondo desdén a los animalistas. Hay otros puntos en los que los retroprogres suelen coincidir (aunque se creen originales, son, como todo el mundo, muy previsibles), pero no me caben.

No pretendo hacer sangre: tengo amigos retroprogres (que seguramente dejarán de ser amigos tras leer este artículo) y sé que todos somos contradictorios. Es solo que me cansa un poco la habitual cantinela antinavideña. ¡O tal vez me haya salido la agresividad propia de estas fechas! Ya saben, la del familiar insoportable. Ustedes disculpen y felices fiestas.

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