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Columna
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"Del 'push' al 'pull'

¿Las crisis determinan alteraciones en las principales megatendencias? ¿Las crisis son capaces de determinar nuevos modelos económicos sustitutivos que permitan recuperar la trayectoria del crecimiento? ¿Las crisis pueden inferir nuevos contextos bajo los nuevos condicionantes de sosteniblidad? Desde hace unos meses, el pensamiento contemporáneo aborda bajo enfoques diferenciados nuevos planteamientos abriendo ventanas de oportunidad para gobiernos, empresas y colectivos sociales.

Varios expertos han reflexionado sobre los temas mencionados. Uno de ellos, Richard Florida, de la Universidad de Toronto, en su último libro Great Reset, recoge la idea schumpeteriana de "la destrucción creativa" para adaptarlo a las ciudades y, desde las mismas, encabezar un nuevo marco de actuación y funcionamiento capaz de superar los desajustes de la crisis. Por su parte, John Hagel II, en su trabajo The power of the pull, sugiere un fuerte cambio basado en la capacidad de las infraestructuras digitales y una mayor dotación del factor trabajo para ser capaces de reconfigurar las dinámicas empresariales, de los consumidores y de los mercados; todo ello, por medio de un más intenso flujo de conocimientos.

Los investigadores admiten que "antiguas crisis generaron nuevas épocas de crecimiento

Ambos pensadores creen que el apogeo de una nueva clase creativa será capaz de atribuir mayor valor a la movilidad y a la flexibilidad. De ahí la trascendencia que posee lo inmaterial y la relevancia que adquiere el concepto de pull; o sea, la capacidad de crear nuevas condiciones para cada individuo en un contexto de mayor complejidad y conectividad.

Estas dos aportaciones de los investigadores citados aceptan la transformación de la sociedad en base a la emergencia y consolidación de nuevos sistemas tecnológicos que inciden en los procesos de reconstrucción de las economías y de las sociedades. Dicha reconstrucción abre nuevas puertas, dando pie a admitir que "antiguas crisis fueron oportunidades para generar nuevas épocas de crecimiento y de prosperidad". Por lo tanto, se aceptan las teorías de los ciclos como característica a cualquier sociedad.

Se recurre a una secuencia de tres grandes reconfiguraciones. A finales del XIX, la innovación en la tecnología de los transportes y energía supuso una amplia reorganización de los niveles de producción dando lugar a la eclosión del "sistema industrial americano". Además, provocó una dinámica de concentración geográfica, pasando el centro gravitacional de la economía de Europa a EEUU. Los detonantes fueron la energía que amparó las tendencias de especialización industrial, una mayor complejidad de las ciudades industriales y, finalmente, una diferente conformación de conglomerados industriales y territoriales. Más tarde, a mediados del siglo XX, las infraestructuras de transporte y de comunicaciones, junto a las nuevas líneas de montaje y a la combinación de redes de suministro, distribución y comercialización, determinarían las economías de escala en ciertas actividades económicas, potenciando las sinergias que soportan los procesos de localización y deslocalización. Asistimos, pues, a una mayor movilidad de personas y más tarde de capitales. La revolución se centró en el I+D y en los sistemas educativos. Ahora, en el siglo XXI, la actual crisis nos hace partícipes del desajuste entre el cambio industrial y el modelo de consumo; o entre mecanismos financieros y regulaciones institucionales. Y, sobre los mismos, los márgenes de desequilibrio subrayan los efectos críticos. Solo bajo economías de conocimiento que sobrepasen los anteriores modelos de funcionamiento, y que sean capaces de nutrir las necesidades de desarrollar innovaciones y desarrollos de economía creativa, se podrá enderezar la actual coyuntura

¿Qué escenarios podemos vislumbrar? Hagel subraya que el nuevo marco territorial permitirá avistar tres cuestiones: la primera, unas megarregiones auxiliadas por sistemas ferroviarios de alta velocidad que potenciarán la conectividad y la reanimación de las ciudades; en segundo término, se incentivará el empleo por parte de la economía del conocimiento. Es decir, la conectividad y la movilidad y la flexibilidad se convierten en los grandes desafíos.

La tercera gran aportación es el tránsito del push al pull. Es decir, un modelo de movilización de recursos que se asiente en plataformas de apoyo a las decisiones, políticas y estrategias. Este modelo de pull surge como respuesta a la incertidumbre; es proactivo (las personas son creadoras y trabajan en redes); refuerza la complejidad (con capacidad de construir e innovar, trazando sus propias dinámicas); intensifica la competencia; y exige una utilización eficiente y productiva del capital. Caminamos, en consecuencia, hacia una nueva era.

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