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Columna
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Listos

David Trueba

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona acoge la exposición ¿Estáis listos para la televisión? Esta pregunta sin respuesta fue el gancho de la casa Westinghouse para lanzar sus televisores a color en 1954 y ha sido siempre un recurso publicitario en este medio que dice reinventarse a cada rato, sencillamente porque a lo mejor sigue infrautilizado. Si visitas la muestra temprano un día de diario te encuentras un montón de pantallas, preciosamente dispuestas, sin nadie mirándolas. Es una estampa de película de planetas vencidos. Porque un televisor mira tanto como es mirado, y a veces asemeja un vampiro que aguarda la noche.

La muestra propone un paseo por 154 programas que fueron rupturistas o perduran e ilustran lo interesante que podría haber sido la televisión de no conformarse con ser solo la televisión. Programas que desde 1960 perpetraron gente difícil de domesticar como Harun Farocki, Marta Traba, John Berger, Samuel Beckett, Chris Burden, Jeff Cornelis. Hay sitio también para los espacios españoles de Paloma Chamorro, Antoni Muntadas o Soler Serrano. Lo que están pidiendo a gritos tantos minutos de televisión no es archivarse en el olvido sino disfrutarse y estar disponible al ojo. Como en todas las artesanías, la más rompedora vanguardia a veces palidece ante la sencillez perdurable de lo esencial. Uno se queda pegado a esas pantallas cuando sale alguien inteligente hablando. Da escalofríos ver una tele donde salen Clarice Lispector, Borges, Hannah Arendt o Karl Popper, en la que puedes reír con el humor de un modesto programa chileno, Plan Z, y piensas en cadenas nuestras que pagan millonadas por testimonios de delincuentes.

Hay algo en esta exposición de entierro del electrodoméstico, como si asistiéramos a un funeral. Los museos tienen algo de depósito de cadáveres, recogen objetos camino de una eternidad inmóvil. La visita deja con la certeza de que la televisión no está muerta, pero sí delicada; goza de una salud industrial potente, pero ha expulsado todo atisbo de arte feliz, de encuentro exigente, de reto al espectador. Y quizá la respuesta es que no, no estábamos listos para la televisión.

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