"Los premios Nobel que se daban al principio eran muy malos"
Kjell Espmark fue durante años presidente del Comité Nobel, por el que pasan todas las candidaturas que aspiran a obtener el premio que este año obtuvo Mario Vargas Llosa. Antes de recibirlo, como ha ocurrido en otros casos, se dijo que no se lo otorgarían nunca por sus posiciones políticas. Espmark ha escrito un libro de lo que se puede contar sobre la historia de los Nobel (El Premio Nobel de Literatura. Cien años con la misión. Traducción de Marina Torres. Editorial Nórdica), y de esa historia se deduce lo que él mismo dice en esta entrevista: "La política no entra en juego en la discusión sobre los Premios Nobel".
¿Es así siempre? Muchas veces, la política o sus contornos resultan tan apabullantes que ni siquiera los estólidos, y muy experimentados, miembros de la Academia pueden sustraerse a sus influjos.
"Al elegir a Proust y Kafka ya era demasiado tarde. Kavafis y Pessoa murieron también antes de ser seleccionados"
"Cuando se le dio el Nobel a Solzhenitsin no hubo motivación política, pero para los rusos fue un acto político"
"Pearl S. Buck, tras el Nobel, siguió publicando libros muy malos. Y los miembros de la Academia pasaron noches sin dormir"
"Muchos escritores han escrito sobre dictadores, pero ha sido Mario Vargas Llosa el que mejor lo ha conseguido"
"Creo que no hay más allá de dos o tres escritores elegidos en los inicios que me gusten"
Espmark, de 80 años, es narrador y poeta, y es académico sueco. De su obra da fe el español Francisco J. Uriz, que ha sido traductor de su obra de creación. Dice Uriz: "Es una de las personalidades literarias más notables de la actualidad sueca (...); su pasión por la literatura, ya sea de creación, estudio, enseñanza y divulgación, es realmente admirable y para mí envidiable".
Tiene razón Uriz en algo más que dice hablando de Espmark y de este libro en el que compendia la historia de la concesión de los Nobel: "Es una mina de informaciones que podrían terminar (si se leyese) con muchos de esos errores míticos que se les atribuyen anualmente a los académicos suecos". "Cuando se equivocan", sugiere Uriz, "(y siempre es discutible la equivocación en materia literaria), no lo hacen a la ligera, sino con una enorme documentación y con razonamientos llenos de sensatez que han evaluado dentro del estricto marco que establece el testamento de Alfred Nobel".
Ese testamento, la misión, como lo llaman, es el hilo conductor del libro de Espmark; y el carácter no político de sus concesiones es una máxima. Pero... Por ese pero empezamos a hablar con él en el despacho donde guarda fichas de sus muchas lecturas en varios idiomas, en español, por ejemplo, el idioma en el que ha leído a Vargas Llosa, o portugués, la lengua de Saramago, que después del Nobel fue su amigo.
Pregunta. Dice que la política no es un factor decisivo en la concesión de los Nobel. Pero ¿qué pasó con Jorge Luis Borges?
Respuesta. La política no entra en juego en los Nobel, eso es así. Lo que sí hay es un efecto político, pero nunca una ambición política al otorgar el premio. Es fundamental entender eso. Pero cuando hay un efecto político la gente cree que se ha elegido ese candidato por esos motivos. En 1970, cuando se le otorgó el Nobel a Solzhenitsin, no hubo una motivación política, pero los rusos lo interpretaron como un acto político. De hecho, fue el embajador sueco en Moscú quien recomendó postergarlo para que no afectara a las relaciones bilaterales URSS-Suecia. La Academia se negó y se lo dieron.
P. Bueno, también le dio la Academia ese premio a Shólojov.
R. Sí. Y también hay quien piensa que la Academia le dio el premio a Pablo Neruda un año después que a Solzhenitsin, para compensar, porque Neruda era un comunista. Pero es pura coincidencia.
P. Cuenta usted en su libro que molestó en la Academia que Neruda hubiera elogiado a Stalin durante muchos años...
R. Sí, eso puede suceder. Hay casos especiales. Si usted lee la biografía de Ezra Pound y encuentra ahí que es alguien que quería que todos los judíos fueran exterminados, entenderá que es imposible nominarle... Si alguien hubiese apoyado a Pinochet y sus masacres, elegirle habría sido imposible. Pero que el escritor, sea de izquierdas o de derechas, no tiene mayor trascendencia.
P. Usted comenta, en el caso de Neruda, que el poeta chileno apoyó a Stalin, pero después cambió de opinión... Eso influye.
R. Piense en el caso de Czeslaw Milosz, el Nobel polaco. Llegó a estar entre los cinco candidatos últimos del año en que lo obtuvo, 1980. En agosto, cuando ocurrieron los sucesos de Danzig, nos preguntábamos si sería demasiado oportuno otorgárselo. Pero al mismo tiempo, si no se lo daban, la Academia estaría adoptando una decisión política. Se lo acabaron otorgando y en estos casos la Academia no se justifica para no darle más importancia.
P. Déjeme que sea pesado. ¿Qué pasó exactamente con Borges?
R. No le puedo decir lo que ocurrió porque está bajo secreto durante cincuenta años, así que eso aún no se puede explicar. Pero de lo que sí se habló fue de su apoyo a Videla. Eso ocurrió antes de que yo entrara en la Academia, algo que ocurrió en 1981. Mi idea era que sí se merecía el premio.
P. En su libro es evidente que a usted no le gustó que sus antecesores no le dieran el Nobel a Joyce.
R. Sí, así es. Se murió cuando aún la Academia estaba premiando literatura que no tenía nada que ver con Joyce; pero pudo haberlo obtenido mucho antes, a finales de los treinta. Cuando lo recibió Eliot, en 1948, habló de Joyce. En cierto modo, fue una restitución.
P. Joyce representaba la innovación absoluta en el siglo XX.
R. Sí, pero la política de innovación [de escritores innovadores] comenzó en 1946 [cuando lo obtuvo Hermann Hesse] y para entonces James Joyce había muerto. Si no, sin duda lo habría ganado.
P. Habla en su libro de los periodos que han definido las actitudes de la Academia: los idealistas, los populares, los innovadores... ¿En qué periodo estamos ahora?
R. De hecho, nunca estás en un periodo determinado, sino en un año particular donde se decide que la innovación es importante, o cualquier otra tendencia. Desde 1946 fueron premiados Hesse, Gide, Faulkner, Juan Ramón Jiménez, Camus... Otros años se premian escritores no tan conocidos mundialmente, como Isaac Bashevis Singer. O escritores importantes pero ni innovadores o desconocidos, como los casos de Doris Lessing o Nadine Gordimer...
P. Se decía que Vargas Llosa no lo obtendría nunca por sus posiciones políticas.
R. Eso no es importante... Este no es un premio político; el premio de la paz sí lo es. Dándole el premio a Obama se hizo un gesto político. Pero en los premios de literatura no entramos en eso.
P. Cuenta usted el disgusto académico que hubo tras la concesión del Nobel a Pearl S. Buck [en 1938]...
R. Bueno, después de que le dieran el Nobel a Pearl S. Buck -por cierto, el premio más débil en mi opinión- se estableció una ley interna de la Academia en virtud de la cual se prohibía dar el premio a un candidato que se nominara por primera vez. Porque en el caso de Pearl S. Buck no era simplemente que era una candidata muy débil, sino que luego siguió publicando libros muy malos. Eso hizo que los miembros de la Academia pasaran noches sin dormir...
P. Y cuenta usted que Thomas Mann, al que le costó tanto obtenerlo, fue nominado en dos ocasiones, principalmente por su libro Los Budenbrook...
R. Él ganó el premio, pero como siguió escribiendo, y lo que escribía era magnífico, se discutió si sería posible darle de nuevo otro Nobel. Pero se decidió que nunca se podría otorgar el premio a la misma persona en la misma categoría.
P. Se colige de su libro que Vicente Aleixandre pudo haberlo compartido con Rafael Alberti, y lo mismo se pensó hacer con Jorge Guillén y Pedro Salinas...
R. No era miembro de la Academia entonces, pero a mí me parece bien que se compartan los premios.
P. Y ya que hablamos de ello, ¿qué opinión le merece Aleixandre, el primer Nobel tras la democracia española?
R. A mí no me parece más importante o más relevante que Alberti.
P. ¡Usted sabe que es difícil que dos poetas compartan de grado un premio!
R. El problema hoy día es que si se comparte un premio, los dos candidatos han de tener algo en común. En el caso de Samuel Yosef Agnon y Nelly Sachs, ambos eran judíos, pero eso no era suficiente. Debe haber algo más. Después de ese premio se decidió en la Academia que si se compartía el premio, los dos ganadores debían tener algo muy importante en común. Cuando se le dio el premio a Gao Xingjian, por ejemplo, tendría que haberlo compartido con un poeta chino innovador.
P. Y dice usted que tampoco la cronología es un factor importante en la decisión. Ni la edad de los escritores ni la sucesión de lenguas o países...
R. No tienen nada que ver a la hora de decidir... También se dice que Vargas Llosa podía haber ganado el Nobel en los años ochenta o noventa. Y lo mismo se dijo de Doris Lessing. De lo que la gente no se da cuenta es de que el mismo candidato puede optar en varias ocasiones sucesivas, sin alcanzar en ninguna de ellas la mayoría de los votos. Hasta que logra esa mayoría.
P. ¿Podemos asumir que Vargas era candidato desde hace más de veinte años?
R. Sí. Porque todo buen escritor es varias veces candidato. Al igual que el mismo país o la misma lengua pueden optar al mismo premio en ocasiones sucesivas. Lo del país o la lengua no es importante. Lo importante es el escritor. De hecho, en las listas de los Nobel no aparece el país.
P. Y realmente, señor Espmark, ¿no se habla de política?
R. No. Y si alguien se pusiera a hablar de política en el curso de las discusiones, los demás miembros lo pararían.
P. Mucha gente cree que sí, que se habla de política.
R. Lo entiendo.
P. También se dice que el jurado puede estar sujeto a influencias de poderes...
R. Eso es imposible. Tampoco hacemos caso, por cierto, a las campañas que promueven a los escritores...
P. Entonces, si alguien quiere el Nobel, mejor que no haga campaña...
R. Mejor. No tiene ningún efecto. Es un dinero malgastado.
P. Hablemos un momento del Nobel de este año. ¿Cómo ha seguido usted la carrera de Vargas Llosa?
R. Le he seguido durante décadas. Ha sido uno de mis escritores favoritos. Y La Fiesta del Chivo es, sin duda, uno de mis libros favoritos. Muchos escritores han escrito sobre los dictadores de sus países, pero, en mi opinión, ha sido Mario el que mejor lo ha conseguido... Destaco de Vargas Llosa su capacidad de innovación, su concepto de la novela total...
P. La Academia ha destacado su posición frente al poder, su defensa de la libertad del individuo...
R. Sí, y cuando se dice poder no hay referencia a una ideología concreta. Él siempre defiende al individuo frente al poder. Y no es político.
P. ¿Ha conocido a Vargas Llosa?
R. No. Conocí a Saramago después del Nobel. Nos hicimos amigos. Para mí es un escritor formidable: la forma como elabora algo mágico con realismo.
P. Después de leer su libro, uno se siente más comprensivo con la historia del premio... ¿Hay errores en la historia del Nobel que usted no podría explicar?
R. Por supuesto. A mi parecer, los premios que se otorgaban al comienzo eran muy malos. Creo que esto se debía a que el jurado, a pesar de ser muy leído, votaba por aquellas obras que tuvieran que ver con sus valores personales. Al secretario podían gustarle los temas del altar, la corona y la familia. Por eso se acabó rechazando a Tolstói y a muchos candidatos muy buenos. Defendían autores con valores tradicionales. Creo que no hay más allá de dos o tres escritores elegidos en los inicios que me gusten. A partir de los años treinta se produjo una época populista muy cuestionable. Tendrían que haber optado por Virginia Woolf y James Joyce. Pasaron. Pero no podían elegir a Proust o a Kafka, no tenían aún obra suficiente, y cuando pudieron ser elegidos era demasiado tarde. Kavafis y Pessoa también murieron antes de poder ser seleccionados.
P. ¿Ocurre a menudo eso que se piense en alguien, pero se muere antes?
R. Sí, varias veces. En ese aspecto me gustaría que la Academia fuese más rápida. Y hay que tener en cuenta que a veces se acumulan los candidatos. En 1969 estaban como candidatos Graham Greene, Auden, André Malraux... Y eligieron a Samuel Beckett. Al año siguiente hubo también muchos aspirantes, y eligieron a Solzhenitsin... No está mal. En 1971 eligieron a Neruda. No está mal. En 1978 estaban nominados Graham Greene, Singer y otros; Greene era famoso por no haber recibido el premio, mientras que Singer era un desconocido. Y se lo dieron a él.
P. ¿Algún día sabremos los nombres de aquellos que no recibieron el premio y de cuya ausencia se arrepiente la Academia?
R. No podemos mencionar a aquellos que no han sido elegidos, porque es secreto durante cincuenta años. Cuando nos volvamos a reunir usted y yo dentro de cincuenta años le contaré todo.
P. Después de leer a tantos escritores en idiomas diferentes, ¿cómo le ha afectado eso a su propia escritura? Al leer sus poemas se percibe rabia y melancolía, capacidad de pasión frente a la historia.
R. La verdad es que en mis libros he intentado defender la memoria en una época de olvido. Hay sátira, son muy críticos de la sociedad. La Vía Láctea, por ejemplo, está compuesto de cien piezas pequeñas que son relatos de todos los lugares del mundo, un reflejo del mundo y de nuestra existencia.
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