La FIFA explota la veta rusa
El dinero de los grandes magnates ligados al fútbol, como Roman Abramovich, y el aperturismo a nuevos mercados propician que Rusia organice en 2018 su primer Mundial y derrote a España y Portugal - Qatar, en 2022, será la sede con menos población de la historia
Dos horas antes de conocerse el resultado de las votaciones del comité ejecutivo de la FIFA, las apuestas daban por perdedora a España. No nevaba, pero el frío se metía en los huesos con la misma facilidad que el pesimismo cundía en la delegación de la candidatura ibérica para organizar el Mundial de 2018. Especialmente, por parte portuguesa: "He visto cosas raras", se quejaba el presidente de la federación, Gilberto Madail, que desconfiaba tanto de los ingleses, por la frenética actividad de su primer ministro, David Cameron, el día anterior, como de la sonrisa aparentemente inocua del magnate Roman Abramovich, multimillonario ruso dueño del Chelsea. Mientras, Ángel María Villar, presidente de la Federación Española desde hace 22 años y vicepresidente de la FIFA desde hace una década, se reunía con Joseph Blatter, presidente de la FIFA, y los otros 20 miembros del comité, del que forma parte, para elegir sede de la fase final de los Mundiales del 2018 y del 2022.
Inglaterra cayó en la primera ronda, y en la segunda Rusia ganó por mayoría absoluta
Blatter participó en las dos votaciones, pese a que suele hacerlo solo en los empates
En la presentación española no hubo hueco para el fútbol: ni Casillas, ni Figo...
Villar asumió el protagonismo para defender la limpieza de la FIFA
La rumorología se disparó. Trascendió que Inglaterra había caído en primera ronda. De nada le sirvió a los ingleses movilizar al Príncipe Guillermo, a David Cameron y a David Beckham. También se supo pronto que Qatar había ganado para 2022, porque lo anunció Al Jazeera mientras el notario trasladaba el sobre con los ganadores de la sede de la FIFA al Messezentrum de Zúrich. Poco más había trascendido hasta que casi media hora más tarde del horario previsto, a las 16.30, Blatter abrió el sobre lacrado. "La decisión no la sé ni yo", dijo mientras los nervios se apoderaban de la platea. Para entonces, Villar seguía convencido de que en 2018 el Mundial volvería a España. Pero no, ganó Rusia. De nada sirvió que los inspectores de la FIFA hubieran subrayado en su informe de evaluación las distancias entre las sedes, que llegan a los 2.480 kilómetros de Este a Oeste, y la necesidad de construir 13 de los 16 estadios propuestos y renovar los otros tres (solo en instalaciones Rusia tendrá que invertir 2.800 millones). La FIFA no resistió ante el dinero ruso y muchas de sus grandes fortunas ligadas al fútbol, caso de Abramovich. Además, la rusa es una veta futbolística a explotar, mientras que los mercados inglés, español, holandés o belga ya están lo suficientemente consolidados. El resultado de las votaciones en la sede suiza de la FIFA huele a petróleo y gas, a inmensas fortunas de dinero, pero también a apertura de nuevos mercados. Conscientes de cómo está el patio económico mundial, resulta evidente que la FIFA ha apostado por la financiación privada, garantizada tanto por Rusia como por Qatar, que se llevó el Mundial 2022.
Fueron necesarias dos tandas para decidir el ganador, según comunicó después la organización: en la primera, efectivamente, cayó Inglaterra, que solo tuvo dos votos, y pasaron España (con 7), Bélgica y Holanda (4) y Rusia (9). Los ingleses, que habían denunciado actitudes poco éticas en el proceso de obtención de apoyos, lo pagaron caro. En segunda ronda, la candidatura de Holanda y Bélgica perdió dos votos, España mantuvo los siete de la primera ronda y Rusia alcanzó los 13 apoyos que le daban la mayoría absoluta. Al revés de lo esperado, esta vez Blatter, que acostumbra a votar en caso de empates, no se privó en ninguna ronda.
"No sé para qué sirve el informe técnico, para qué puntúan las candidaturas si al final gana la que menos puntos tiene", lamentó el director de la ibérica, Miguel Ángel López, tras el desenlace. "La FIFA es así", lamentó Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte. "Estoy aprendiendo a perder", añadió en referencia a las últimas derrotas vividas con la candidatura olímpica de Madrid, que perdió con Londres en la lucha por los Juegos Olímpicos de 2012 y con Río de Janeiro por los de 2016. "Me siento vacío, pero solo podemos felicitar al ganador, que seguro que lo hará muy bien", cerró Jorge Pérez, secretario general de la Federación, mientras que Villar se mantuvo callado antes y después. No tuvo nada que decir. Sí lo hizo el seleccionador campeón del mundo, Vicente del Bosque: "Lo hubiéramos hecho muy bien, porque somos un país moderno y preparado".
De nada le sirvió a Villar saltarse el plan previsto durante su discurso en la presentación, en la que también participaron el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el portugués, José Sócrates. No hubo un hueco para el fútbol: ni palabra de Del Bosque, Paulo Bento, Casillas, Butragueño, Fernando Hierro, Figo y Eusebio. Villar asumió el protagonismo y miró a los ojos a sus compañeros de comité, de quienes defendió su honradez, puesta en duda tantas veces y concretada recientemente cuando la propia FIFA apartó de la votación a dos miembros por irregularidades previas: "Sois honestos, basta ya de tantos ataques. Y os hablo a vosotros, que tanto me habéis enseñado... Que nos conocemos hace 20 años...". Villar tenía que haber hablado del legado del Mundial pero se metió en el cuerpo a cuerpo ante la ofensiva rusa, que arreó con todo el peso de su capacidad diplomática para arrancar fidelidades, superando en 20 minutos el tiempo concedido a cada categoría. Ni así. Villar perdió otra vez, como perdió en 1998 cuando rechazó unirse a Portugal, que le ganó la carrera y terminó organizando la Eurocopa 2004. España no consiguió en los despachos lo ganado en el campo.
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