'Superrenderización'

La actual edad de oro del cine de animación -que quizá no sea más que una fertilidad de producción inédita en el medio- es el desenlace de un proceso que empezó con La sirenita (1989) y que ha sido glosado en el reciente documental Waking sleeping beauty, de Don Hahn. En El jorobado de Notre Dame, uno de los títulos clave de ese renacimiento Disney, la animación de una multitud aún era un problema que los artistas del estudio solo podían resolver de manera parcialmente convincente. En Megamind, producción Disney amparada por Jeffrey Katzenberg, uno de los principales impulsores de ese despertar de la Bella Durmiente a principios de los noventa, la tecnología digital no solo parece haber resuelto ese problema: mostrar una multitud que se mueva de manera convincente ya parece algo tan fácil y natural como empalmar un fotograma con otro.

Megamind tiene una factura -o uno no sabe si decir una renderización- impecable, maneja con fluidez ideas familiares para todo adicto a la ficción superheroica -el héroe como constructo del villano, el superpoder como manzana tentadora para pasarse al lado oscuro...- y cumple de sobra con su condición de entretenimiento familiar sofisticado. Otra cosa es buscar sutilezas en el lenguaje de la animación, originalidad en el diseño de personajes, carisma en la figura protagonista -fea como pocas- y capacidad de sorpresa en una propuesta que redunda en lo ya dicho por la muy superior Los increíbles y la sensiblemente mejor Gru, mi villano favorito.