Brochazos impresionistas
Al cine de denuncia social le sientan fatal los atajos: esas simplificaciones que llevan a ciertos directores a colocar el dedo en la llaga de la injusticia a través de métodos narrativos aún más injustos, cargados de maniqueísmo y simulacro. Es lo que diferencia, por ejemplo, al gran Ken Loach de Kes, Agenda oculta o Mi nombre es Joe, del tendencioso de Ladybird, ladybird, Pan y rosas o El viento que agita la cebada. Peter Mullan, en cierto sentido hijo creativo de Loach, parece ir por la misma senda: mucha dureza, mucha rabia, mucho entusiasmo, pero solo en Las hermanas de la Magdalena (2002) ha conseguido escapar de los trucajes de guión. Mientras, en la irregular Orphans (de 1997, aunque no estrenada comercialmente en España) y en esta Neds que hoy llega a nuestras pantallas, ganadora de la Concha de Oro y del premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián, Mullan hace gala de sus supuestamente demoledores golpes al estómago, en forma de secuencias con cierta potencia, pero descuidando las motivaciones que llevan a ellos.
NEDS
Dirección: Peter Mullan.
Intérpretes: Connor McCarron, Peter Mullan, Steven Robertson, Gregg Forrest, David McKay.
Género: drama. Reino Unido, 2010.
Duración: 122 minutos.
Mejor cuanto más simbólica (como en la secuencia final: las fieras sólo tienen fama de fieras), mejor cuanto más surreal (Cristo bajando de la cruz a darse de hostias con el protagonista), mejor cuanto más se acude al tono de fábula cercana al terror, al estilo de El lobo y los siete cabritillos, con esos planos de interior rodados con gran angular que le otorgan un toque paranoico e inquietante, y esa excelente fotografía de colores muy marcados y textura de grano duro, Neds naufraga sin embargo cuando quiere dar la charla, que es casi siempre, y sobre todo en la justificación de las situaciones y de los giros de guión.
Afirma Mullan que su intención a la hora de abordar el hundimiento vital de un chaval estudioso e inteligente, aunque de familia fuertemente desestructurada, que acaba convertido en un violento pandillero, era utilizar el impresionismo. Sin embargo, sus pinceladas se acercan más al brochazo, nunca hay un in crescendo, solo saltos mortales sin red: casi todos los detonantes de las conductas vienen provocados por un sinsentido de trazo grueso, por un inexplicable golpe del destino, por una actitud carente de verosimilitud, por una estupidez.
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