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Columna
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'Matrix' económico

En la película Matrix hay un momento en que el protagonista, Neo, recibe de Morfeo la revelación de que el mundo que le rodea es una mera ilusión. Que en realidad vive en un universo dominado por máquinas donde la raza humana sólo tiene interés como productora de energía.

Una decepción similar a la que debió sentir el pobre Neo es la que estamos sufriendo un día sí y otro también desde que empezó la actual recesión económica. Después de que también Irlanda, el hasta hace dos días llamado Tigre Celta, haya sucumbido, como antes Grecia, a la apisonadora de la crisis, empezamos a temer que esa Europa del bienestar en la que creíamos vivir no era sino una entelequia.

Lo asombroso en este naufragio financiero es que no hay culpables, no al menos con nombres y apellidos. A menudo se nos presenta la actual depresión como un especie de desastre natural, similar a un terremoto o a una inundación, ante el que poca cosa se puede hacer, salvo resignarse, asumir los daños y arrimar el hombro.

Tras la caída de griegos e irlandeses, ya se perfilan nuevas víctimas en el horizonte. Se habla de Portugal, de España, pero también de Italia y de Bélgica. Se nos dice que los responsables de este dominó siniestro son una banda de desalmados especuladores anónimos que disfrutan poniendo contra las cuerdas las economías de las distintas naciones, hasta que no tienen más remedio que pedir limosna, a un magro interés, al primo alemán del eurosol.

Para hacer frente al contubernio, Zapatero convocó el sábado a la élite empresarial española en busca de soluciones. El diagnóstico final fue de perogrullo: es necesario ser más competitivos. Para ello, las recetas siempre son las mismas: bajada de sueldos, despido barato, congelación de pensiones, retraso en la edad de jubilación, recortes sociales... Es decir, acercarnos a las condiciones laborales del siglo XIX. Ya lo afirmaba hace un mes uno de los grandes ausentes en el cónclave de La Moncloa, el todavía presidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán: "Para salir de la crisis hay que trabajar más y cobrar menos". Lástima que tan sesudo descubrimiento no le permitiese salvar Air Comet ni Viajes Marsans.

Ahora, nos aseguran que tampoco las pruebas de esfuerzo que se realizaron recientemente a la banca europea resultan fiables. Al final, vamos a ser los ciudadanos los verdaderos causantes de la debacle por oír los cantos de sirena de las hipotecas baratas y acudir al Señor Financiación para comprarnos el coche. Sin darnos cuenta, casi nos cargamos el sistema. Nuestro espíritu despilfarrador nos va a obligar a tener que renunciar, de momento, a nuevos AVE, Guggenheims en Urdaibai y puertos exteriores.

¡Qué duro despertar! El estallido de la burbuja inmobiliaria ha dejado nuestras vergüenzas al descubierto. Lo de la pertenencia al bloque de los países más ricos no era sino un sueño. ¡Vaya timo! Disfrutemos de San Andrés mientras podamos.

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